sábado, 21 de diciembre de 2013

Bellas Formas Y Maneras De Perder El Tiempo



Bellas formas y maneras de perder el tiempo son las que se agolpan acompasadas en la puerta de una empresa propia.
 Estoy rodeado de las gentes, del vil rebaño corrompido por la decencia y el buen hacer (1). Todos, inmersos en vidas que ahora toman como propias… pero vidas sin duda impuestas, sin embargo y peculiarmente, si la germinación vieniera dada por cualquier otro vientre, también serían “propias”. Es lo que tiene el determinismo, el del sistema, de lo pulcro…(2)




A veces pienso que esto me supera, que los convencionalismos han dado paso a una realidad insustancial que me arremete y exaspera. Cual sutil y macabro castigo personal que me recuerda que cerrar los ojos en la tormenta no suele dar saludables frutos.

Las mareas vienen y van, y parece que no subirte a caballo de sus manidos complejos te convierte en un paria y un vago, un maleante si lo prefieren. Me congratulo en serlo, y puedo decirlo con la boca llena. Pero me aterra, supongo que como a cualquiera que sea consecuente, no tener un plan definido.

 Alzo la cabeza y ahí están… Cómo hormiguitas obreras, todos inmersos en la dedicación de su consigna. No tienen nada controlado, pero lo tienen todo bajo control. No el suyo desde luego, si no del que viene dictado desde arriba, el de la conciencia social y colectiva vacua.
Y actúan porque educación les dicta el papel que deben actuar, y ellos actúan, supongo que sin pensar, actuando.
 ¿Pero acaso no tienen un camino? ¿Una meta? ¿Un objetivo?

 ¿Y yo que tengo? ¿Un ideal, que me dará de comer mañana? ¿Una barrera que me separa de a cuantos toco? ¿Tunancia, miedo, complejos, enfado?

Todos tenemos un plan, el mío no es este.
 El mío no es quedarme postrado ante un montón de fórmulas insulsas mientras tengo que olvidarme por un momento donde estoy, para poder estar. Porque odio la situación en si misma, odio la belleza efímera de las dignas situaciones de aparentar que todo está bien, y que simplemente, no lo esté...
 Supongo que siempre he dicho que ante todo odio hablar sin decir nada… tener que hacerlo me va matando lenta y exquisitamente.


Al final todo alegoriza en un chiste ingrato y grosero, un esperpento de mi realidad que se sustenta en lo inseguro, y que mañana tendrá que caer, porque el amparo de cuanto es ilegítimo tiene fecha de caducidad.
 Y es muy obvio, tanto que duele, pero intrincadamente complejo cuando todo se confiere contrario.

¿Realmente valgo para escribir? ¿Son mis letras dignas de provocar, de elucubrar, de hacer brotar algún sentimiento? No hacemos más que intentar vendernos, y es que al término ¿Qué importa el talento cuando las metas son otras? (3)
 Porque veo a filósofos pudriéndose tras vectores, a no pocos dignos literatos ignorando por completo bellas ecuaciones que describen el mundo cual poemas, veo a genios encadenados y subyugados a mal vivir como completos inútiles, mientras los verdaderos incompetentes copan listas al congreso.
Veo mentiras que se convierten en verdades,  penosas y patéticas verdades ¡ Qué triste!, que para vivir haya llegado el punto en el que tenemos que dejar de hacerlo. (3)

La misma desidia que me impide a mi dar un golpe sobre la mesa, es la heredada años atrás de una sociedad que no quiere arremangarse y hacer las cosas bien. Porque tienen miedo… Porque, ¿Acaso mal viviendo no se puede vivir? Paupérrima y míseramente, habrá a quién le guste este modelo de subsistencia en el barro, por que se vive, creedme. Pero a mi no… Yo no quiero subsistir… hace tiempo que quiero coexistir. (4)
 Por otro lado… ¿Para qué arriesgar? Seamos funcionarios de la vida…

Y es que paradójicamente, con vuestro miedo, el que no os habéis parado a revisar si tenéis si quiera, con esa bestia abominable y desesperante ahogáis las vidas de quienes quieren no quereros.
 Los que no estamos en vuestro bando somos los perjudicados, los otros son dignos, idiotas pero dignos… (1)

Y ¿Cómo no?, cerrando el chiste macabro vuestras fuentes alimentan nuestras bellas formas y maneras de perder el tiempo (5).







(1)     Refiriéndose a los individuos que están inmersos en la educación sin cuestionarla lo más mínimo, ni ser críticos con su situación dentro de ella. Y que por supuesto son, los “Bien vistos” los “listos” “empollones”, llámelo “X”. Yo los llamo “listos de libro” porque regurgitan conocimiento que desconocen.

(2)     Haciendo referencia a como el sistema empuja a los individuos a no pensar y actuar dócil y estúpidamente para ser alguien “respetable”

(3)     Haciendo referencia, al afán capitalista y materialista de movernos por intereses netamente económicos.

(4)     Alusión al deseo utópico de un pensamiento social basado en el respeto, que permita a cada individuo realizarse como persona que es.
Se trata de educar de verdad a la población, de educarla en valores, para construirle un pensamiento sólido y emancipado que permita el desarrollo sin necesidad de subyugar mediante la colectivización, que al final lo que hace es erradicar el progreso. En otras palabras, educación en valores que permita desalienar.

(5)     En efecto, el hecho de querer alejarse de esta situación, provoca curiosamente que muchos se vean obligados a aceptar sus normar y a convivir dentro de ellas. Puesto que el camino más simple es reformar los dogmas desde dentro. Qué no la más fácil, ni la mejor, llegados a este punto.

jueves, 21 de noviembre de 2013

La Importancia De Llamarse Pepe


A mi madre, por inspirar este regurgitado con sus palabras de “No me gusta la música que estás escuchando”, y porque aunque no lo entienda, vastas reflexiones la contienen por relativo.
 Y a mi antiguo casero, que recientemente ha dejado de serlo, por corroborar lo que aquí se expone.

Siento haber tardado tanto…

A veces decir una palabra está de más, a veces, de más estaría no decir ninguna. Es por eso que sentirse vacío y lleno van de la mano, porque tan sólo un silencio mordaz podría expresar tanto y tanto más a oídos dictaminados a escuchar… Que grandilocuencias están de más.


 Es importante llamarse Pepe, porque llamarse Ambrosio no está de moda. Es importante tener poco que decir pero mucho que gritar. Es importante escucharse hablar, es importante jactarse de pseudosabiondo que se consuela en las imprudentes notas del desconocimiento y patetismo.

Llamarse Ambrosio es feo, es mejor recoger musas manidas de comercialismo mental, es feo estar solo y pensar por si mismo. Tener palabras en la garganta se considera… feo… No, mejor será hablar como borregos, no molestar a nadie, cabeza gacha y a esperar turno para lamer culos con los que ascender.

 Los Ambrosios damos miedo, tienen miedo… ellos, los que no tienen cara, pero que se esconden en cada esquina, en cada mente, en cada palabra sutilmente malintencionada. Yo los llamo “conciencia social”. Un ente arraigado a no pocas mentes, de las “respetables” oiga, que se ocupa de preservar la rutina, el bien hacer, el costumbrismo y el pudor, lo que viene siendo despotismo, ¡salvémonos de nosotros mismos!
 Pues les damos miedo, mire usted, pavor, normalmente no somos más que los 4 exaltados de siempre, lo típico… Unos queman contenedores, otros se encienden un porro en la puerta del congreso y otros encendemos alguna que otra mente descarriada, un… Ambrosio que aún no sabe como se llama. Pero ahí nos quedamos.
Y en eso se escudan, en que perdemos las formas y en que somos la guerrilla atrincherada en cuchitriles de segunda. Pero lo cortes no quita, ni por asomo, lo valiente.

 Y es que damos miedo, porque; ¿Qué pasaría mañana, si se disipasen las dudas en las escuelas, si el miedo al pecado se obviase en una orgía de placer? ¿Qué pasaría mañana si el congreso se vaciase, Y se le pusiera cara a esos “ellos” que habitan por doquier en cada casa  ¿De verdad no pensáis que se pedirían explicaciones? Incluso algún justiciero anónimo querría quizás tomarse la justicia por su mano… Quizás…

Luego, es mejor llamarse Pepe, si es que es más bonito. Escuchemos pop pero no a Nach, que dice, agárrate que vienen curvas… “palabrotas”, sí sí… palabras soeces, que nada tienen que ver con el mundo circundante. Leamos, ¿leamos? Si es que leemos, a Boine o quizás al respetable Odifreddi, pero no a Alighieri ni a Machado… Eso es de alborotadores y ensoñados, esos no. Escuchemos y acatemos acérrimamente al ciego dictador de turno, ya sea un Pepe profesor, un Pepe político, o un Pepe mama y papa. Aferrémonos a los ideales de otro, eso si que está de moda. Si es que ya lo dijo Franco “Hagan como yo, no se metan en Política”, ¿Es mejor entregarle la mente a otro y desentenderse no? O mejor aún, Entreguémosle nuestra mente, pero con los ojos cerrados, sin saber ni el cuando ni el qué, que esa alienación si que mola eh… ¡Claro que sí!

 Los juegos Fedom quedan maravillosos en la cama, sublimes, pero ¡ay! cuando se salen para trasladarse a campos que se vuelven nocivos, porque en efecto el hecho de llamarse Pepe es un Cáncer. Y el tumor se extiende… y cada vez más rápido. Y mientras, los Ambrosios nos desentendemos, porque nos gusta nuestro nombre, porque será feo sí, pero que coño, al menos es nuestro. Puede que no poseamos la verdad, puede que no exista una, puede que nadie la posea, pero la perseguimos, y eso, ya es nuestro.



Por eso cuando voy por la calle y escucho entonar un “Me llamo Ambrosio” no puedo evitar que esas palabras se filtren como la dulce melodía que son, y siento que son hermanos, de otra madre ¿Y qué?,  por nuestras venas corre la misma sangre con mismo color tinto de la lucha, de la entrega, de avanzar un asalto más. Porque al final no podemos evitar escupir la rabia, por que no podemos evitar alzar el puño en alto, porque aunque hastío de la desidia nos intente comer, nosotros no dejaremos de ser lo que somos.
Y somos lo que somos, porque no debemos, ni podemos evitar, estar orgullosos de no llamarnos “Pepe”

domingo, 18 de agosto de 2013

Ideas Colocadas Al Azar



Hace tiempo que lo tengo todo. Tengo un techo, tengo un plato que poner delante de las narices, tengo un par de zapatos con los que calzarme, y hasta tengo la certeza de que puedo salir a la calle sin que me peguen un tiro… Pero sin embargo no puedo evitar sentirme vacío por dentro.

 Ya he apuntado más de una vez lo que exaspera; tantas voces sin voz, las medias tintas, e incluso la línea recta, clausurada, sí, de la ignorancia. Más de una vez he intentado haceros entender las leyes caóticas de mi mundo, mas, entre alamedas marchitas mi voz nunca ha llegado a salir de anhelo, y aquí sigue, ávida de fantasías utópicas.

Me falta la chispa que otorga la vida a las ilusiones, me falta ese instante en el que todo se reordena cobrando sentido, me falta… el sutil cristal que separa el mediocre fracaso del esperanzador éxito.

 He intentado llenar mi vacío con placer, carnal, espiritual, deseante… ¿Qué más da? Sólo he vuelto a dar una nueva vuelta de tuerca al ciclo. ¿Cuántas vueltas van ya? Que hasta las palabras andan medias enrevesadas, y se atropellan unas a otras.
 Sigo solo, por querer abarcar la máxima compañía posible, por no alzar la voz con mi verdad, por… simplemente no hacerlo
 Sigo esperando mi momento por quedarme a medias tintas, porque los demás se quedan en ellas también… y el paupérrimo trato resultante a veces me repugna.
Sigo conduciendo caminos guiados por la ignorancia de otros, por no poder, o no querer, o porque hay días que no me apetece simplemente hacer entender mis metáforas.

He de aceptar que soy alguien peculiar, por diversos motivos soy especial y punto.
A los que somos así nos gusta diferenciarnos, nos reconocemos entre nosotros, saltamos de una idea a otra, aunque nadie nos sigua el hilo...; porque cada palabra es un pensamiento, una idea, un concepto en si mismo. Porque con una palabra ya todo ha quedado dicho.
 Aguardamos grandes revelaciones ansiosas, que ya están construidas en nuestra cabeza,  forman parte de nosotros, y que simplemente hay que sacarlas a la luz. Y siempre, siempre, hay algo más que queda por decir. Es nuestra bendición y nuestro castigo. Siempre nos queda algo más que decir en el tintero, yo lo llamo inquietud.

 No necesitamos de nadie para decirnos como pensar, pero si que necesitamos a otros que se den cuenta de nuestra peculiaridad, necesitamos de verdadera admiración, quizás tan sólo de una única persona. Llamémoslo complejo de reconocimiento, quizás porque nunca le dijimos a mamá “¡Mira lo que hago!”, porque lo que nosotros hacíamos y hacemos no se mira. Se siente y se vive. En definitiva… se muere por ello.

 Pero la indiferencia, el hecho de no trascender, es nuestro peor castigo. Porque se nos juzgaría como a la masa anónima, de esa que huimos y aborrecemos, somos diferentes pero… ¿No sería más constructivo el respeto? Quizás todos aprenderíamos algo.
Si al final no somos más que virus. Lo único que queremos es implantar la misma idea en todos. Precisamente, que no hay una única idea. Aunque todas vienen a decir lo mismo, tienen la misma raíz o el mismo fin.

Para vosotros mi voz os resulta tediosamente inconexa, para mí, súbita y maravillosamente reconfortante cuando se digna a fluir. Como una verdad que te desliza sigilosa para hacerte dar un paso más, y de repente… ¡Pum!, llega para quedarse, singularizando ideales y visiones por igual. Regalando respeto y fascinación. En definitiva construyendo un ente mejor
 ¿Cómo no va a ser bella la xenofilia, si alimenta la chispa del mundo?

Ansío el día en el que pueda hablar siendo escuchado por alguien que esté dispuesto a escuchar, en el que lo simple sea simplemente complejo y aceptado como tal, sueño con el día en el que entendamos que el trabajo no mata a nadie, y aunque es tentadora la pasividad, más tentadora es la curiosidad. Sueño con respeto, sueño cada día con encontrar a alguien que sepa decir “No”, sueño con poder hablar sin escuchar los gritos del que menos sabe, sueño con palabras que se nos vienen grandes. Sueño con mentiras que un día dejarán de serlo.

viernes, 19 de julio de 2013

Figuras En La Ciudad



03:21 de la mañana. En ese mismo instante un proletario del mar arruga los ojos para que no entre la luz inexistente de una atmósfera que no llegará. 03:21 de la mañana, sin más ruido que el zumbido de una farola que con su ámbar claridad baña una calle que conspira silenciosa tratos ilegales. 03:21 de la mañana… y se levanta taciturno. Casi monótono, como el sol que aún no ha salido. Se mira al espejo y reconoce en él la figura del fracaso, siempre tan emprendedor, tan robusto y fuerte, tan decidido, tan único, siempre por encima de los demás, y sin embargo míralo. Doblegado a vivir una vida sin vida, en un estado de espera que espera la espera de una espera que espera por llegar… A estas alturas sabemos que no llegará, porque él así lo ha querido. Mantuvo tantas opciones abiertas que ya las puertas, arrobinadas no se abrirán.

 03:22 de la mañana y abre la puerta de su piso para ir a trabajar, hoy no es más que un día más…
En ese mismo instante; una madre que se levanta desvelada encomienda a Dios la vida de sus hijos, vidas que no alcanza a entender.
Un marido duerme aguardando entrar horas después a su puesto de trabajo, mientras el fantasma de la cobardía acecha.
Una niña se mira al espejo y ya no se reconoce…
Una dulce esposa dice “Te quiero” mientas su marido se corre en la boca de una mujer que no conoce…



 Enfundado en traje impoluto sastre de Chanel, con maletín en mano, cara inexpresiva y planos va Manuel. Son las 08:00 de la mañana, pero el sol hoy irradia un calor especial, como de buen augurio… Sin saber muy bien hacia donde va se dirige raudo hacia un edificio de su propia construcción. Al pasar y sin darse cuenta bota accidentalmente un cubo con lo que parece ser cemento. Los refunfuños de un obrero treintañero no parecen atañerle. Vacila un momento, y se disculpa educadamente pero sin dejar de prestar atención a sus asuntos…
 Las puertas se abren ante él. Sonrisa hipócrita de condescendencia hacia unos empleados a los que considera inferiores, mientras les da los buenos días. Se dispone a subir a su despacho, en lo alto, acorde con su clase, tunacia por doquier se mire por donde se mire.

 El ascensor está estropeado hoy, hay unos operarios trabajando en él. Tendrá que subir a pié por las escaleras.
 Un tanto cansado abre la puerta de la pretenciosa habitación que es su despacho, se sienta resoplando. Abre los planos de lo que será inminentemente su próxima obra, la cúspide de su carrera, un día su padre le dijo “Tú harás algo grande”, hoy sabía que ese día ya había llegado, los verdes en su cartera y un marco de plata en su mesa lo corroboraban.
 En ese momento suena el teléfono, contesta su secretaria… En dos minutos la conversación ha acabado. El reporte no se hace esperar; era su esposa había sufrido un pequeño accidente mientras se disponía a coger el coche, nada importante, ella ni si quiera tenía un rasguño dijo…sólo un susto.
 Titubea por un instante si volver a casa para comprobar que efectivamente no era nada, pero otra segunda llamada no se hace esperar, socios que se interesan por sus servicios, un imperio no se levanta sólo… debe de atender sus obligaciones.
 La reunión marcha según lo esperado; presentaciones, alguna pequeña ocurrencia que rompe el hielo, su talento heredado para los grandes negocios y una copa en la mano hacen el resto. Todos los grandes tratos se hacen con una copa en la mano…

 Son 07:13:00, hoy ha sido un gran día, ha cerrado un negocio que le reportará muchos beneficios en forma de dividendos. Manuel con la cabeza alta se dirige al andén número 2 del metro decidido a volver a casa para ver por fin a su familia, en la puerta del vagón se cruza con un chaval que le cede el paso con cara cansada pero afable. Manuel agradece el gesto esbozando una sonrisa y finalmente se sube al metro, se sienta al lado de un chaval sudoroso, mientras las puertas tras de si se cierran.




 A Tomás lo despiertan los llantos de su hijo, aunque exhausto psicológicamente por una vida sin vida, Tomás se levanta con ansias de lucha. Son las 06:05 y Manuel se despide saliendo por la puerta vestido con ropa manchada con gotas de pintura, yeso y sacrificios por igual.
 Sus compañeros lo esperan con la furgoneta arrancada por fuera de su casa, todos proletarios, todos portando una historia y una guerra… Hoy toca arreglar una fachada. Ya no quedan de esas obras grandes de las que había antes, de esas que prometían oro a cambio de piedras, esos días habían muerto, y ya no volverían.

 Se instalan cerca del edificio que había que reformar, hoy Tomás no debería estar aquí, pero cubre una baja. Es el nuevo aunque todos lo hacen sentir como uno más…
Son cerca de las ocho de la mañana y el sol empieza a despuntar, si hace demasiado calor hoy será un día duro.
Sólo han pasado un par de horas y ya son presas del sudor.

Tomás se baja del andamio para preparar la mezcla, vertida en un cubo se dispone a transportarla hasta arriba de nuevo, se da la vuelta para guardar el resto de materiales y de pronto un “pingüino” de esos con traje, absorto en su pedantería no advierte el cubo, pateándolo y desparramando toda la mezcla por supuesto. - “¡Joder!, ¿no puedes mirar por donde coño caminas?”-  El ejecutivo no parece ponerle atención, aún así manifiesta una disculpa apresurada y marcha raudo. - “No, si encima le da igual”- Dice en voz alta Tomás mientras el ejecutivo ya se había alejado.
 Ya habían perdido todo un saco de cemento, y con los restantes no les alcanzaba para terminar la obra. No quedaba otra que ir a comprar más…
 A Tomás, por extranjero en la empresa, le tocó coger el coche y volver con un par de sacos más. De mala gana y maldiciendo al trajeado aquel Tomás se dirigió a la ferretería más cercana.

Aprovisionado de los materiales, Tomás arranca el contacto de la furgoneta cuando súbitamente aparece un coche por la esquina de la calle, y se dirige directamente hacia una mujer; de unos cuarenta y pocos, bien llevados, se notaba una condición social privilegiada a la legua… Sin pensarlo tan sólo Tomás sale del coche, y con un gesto ágil aparta a la mujer como puede. No puede impedir que el coche, desbocado, la roce un tanto ni mucho menos el impacto de este contra el crosover de la opulenta mujer, que queda seriamente dañado.

Después de la impresión del momento la mujer, agradecida se funde en un abrazo con Tomás mientras le da las gracias. El conductor negligente sale del vehículo maldiciendo, sin embargo, al empezar a oír gentío arranca de nuevo su coche y se da a la fuga.
 Los equipos médicos y la policía no tardan en llegar. Tras prestar declaración y  asegurarse de la integridad de la mujer, que parece hacer ademanes de quejarse de su brazo mientras habla por teléfono, Tomás abandona el lugar, ya no pinta nada allí. Además tiene mucho que hacer y ha perdido mucho tiempo…

Cuando Tomás llega a la obra todos casi han terminado su cometido, él no ha hecho más que empezar…
Son las 06:00 de la tarde y Tomás aún no ha terminado, sus compañeros ya han finalizado su tarea, quieren volver a casa, Tomás alega que cogerá el metro, que no esperen por él.
Son las 07:10 y Tomás saca un billete en la máquina del andén, hoy a sido un día de locos, sólo desea llegar a casa y descansar. En ese momento… - ¿Mira quién viene por ahí? El ejecutivo de esta mañana…”- se dice a si mismo. Tomás lo deja pasar cuando el metro se detiene abriendo sus puertas con cierto toque irónico como diciendo – “¿No te acuerdas de mi?”- El ejecutivo no hace más que sonreír idiotamente. Tomás no quiere líos a estas alturas del día, entra tras él y se sienta lo más alejadamente posible.
El reloj anuncia las 07:13 y Tomás por fin puede volver a casa.




Marta se levantó a las 07:00 de la mañana, poco después de que lo hiciera su marido, alegó que no podía dormir y que tenía que llevar a su hijo al colegio. Hoy estaba especialmente radiante, hoy era un día especial… Nada relevante en casa sin embargo, preparó a su hijo, con él a quién armado con libro de texto se dispuso a llevar al colegio se montó en su nuevo coche, capricho de mujer encerrada en un matrimonio de conveniencia.

Deja a su hijo en frente del edificio suntuoso que es su colegio. Acto seguido Marta se dispone a realizar su placentera empresa. Se desplaza hasta un barrio trabajador, donde no sólo ella desentona con el ambiente si no su esplendido y flamante coche pagado por su maridito el arquitecto.
 Llega hasta un bajo modesto, de clase media, donde la espera un pícaro joven sin camisa y sudoroso, ambos sonríen cómplices. Y la puerta se cierra… Para que describir lo que hicieron en el sofá por no llegar ni a la cama, para qué describir los besos repartidos por los espacios que dejan los encuentros furtivos y la pasión. Basta con resumir que le beso hasta la sombra…
 Efusivamente y tras un buen rato de lujuria se despiden en la puerta de una calle desierta.

 Son las 09:00 y Marta dobla la esquina, se dirige a su vehículo aparcado en frente, de camino fija la vista en un pequeño comercio que parece ser una ferretería o droguería, no le queda muy claro, en parte porque tiene falta de vista, que no corrige con unas gafas por no perder atractivo.
 Gira la cabeza y mientras buscaba en el bolso las llaves una mano robusta la empuja hacia atrás. Un espejo retrovisor de un coche color azul eléctrico impacta ligeramente contra su brazo izquierdo. Marta no termina de procesar lo ocurrido cuando lateralmente el coche azul impacta lateralmente contra su Crosover.
La pudiente mujer se gira, tratando de reordenar lo ocurrido y ve la cara de un tenso muchacho con ciertos rasgos juveniles, de los que se niegan a expirar aunque hayan pasado algunos años. A Marta no se le ocurre otra cosa que abrazarlo mientras llora y le da las gracias. El muchacho parece agitado y no es para menos…
 Llegan los servicios de emergencia, Marta es atendida y le aconsejan que visite un hospital para estudiar posibles lesiones.
Marta acepta no sin antes llamar a su marido, contesta su secretaria, - “Qué típico”- piensa para si, le explica lo ocurrido e informa que irá al hospital pero está bien, sólo ha sido – “Un susto”-.
 Cuelga y busca al muchacho a quién le debe la vida, ni si quiera sabe su nombre, no lo encuentra por ninguna parte… En ese momento un ATS le indica que la llevarán al hospital, ella acepta pero le sabe a mal no haberse despedido.

 Horas de espera y pruebas fueron las que llegaron después, esto no era desde luego la clase de sanidad a la que estaba acostumbrada, pero tras examinar los resultados un soñoliento médico le dijo que no tenía nada de lo que preocuparse, sólo tenía una contusión que no parecía grave.
 Tras recibir el alta quiso llamar a su marido, la batería descargada de su Blackberry no pensaba lo mismo. Ya se encontrarían en casa pensó…
 Eran las 07:09 cuando Marta subió una de las primeras al vagón inicial del metro que tuvo que coger porque no tenía como volver, no le gustaba mezclarse con la gente que solía salir de trabajar a esta hora así que se sentó lo más alejada del gentío que pudo, sólo había un par de hombres extranjeros, y otras dos mujeres en aquel vagón.
A las 07:13 arranca el metro en su viaje monótono. A las 07:13…




Las 07:00 Santiago; estudiante de segundo de Bachillerato, un chico tranquilo de barrio, clase media, hijo de familia numerosa se levanta junto a su hermano. No era un mal chico pero le gustaba jugar a serlo. Le gustaba salir de fiesta y le gustaba coquetear con las sustancias que no son debidas a espaldas de los que lo apreciaban.

 Aquella mañana de Jueves, decidieron él y su hermano divertirse un poco saltándose las clases mientras narcotizaban un tanto el cerebro. Eran las 07:30 cuando empezaron su fiesta particular. Y las 08:30 cuando Santiago, propuso, alegremente coger el coche familiar para dar – “Una vuelta”- Dijo.
 Adrían, su hermano desistió la invitación. Pero Santiago no desistió en su empeño, él quería coger el coche…

 Era las 08:59 cuando al volante se encontraba un mermado Santiago que tras cruzar una esquina con poca visibilidad impacto contra un coche, no a una velocidad descomunal, pero si lo suficiente como para haber matado a alguien y por supuesto para provocar serios daños materiales. Asustado, salió del vehículo haciendo eses, pero el ruido y el gentío que se empezaba a acumular le hicieron pensar que lo mejor era darse a la fuga en un coche que en cualquier momento fallaría a causa del golpe…

Asustado llamó a una inocente, Violeta, su novia, que lo acogió secretamente en su casa tras abandonar el coche en un descampado por miedo a que lo terminaran localizando.

 Llegada la tarde, como a las siete decidió que tenía que volver a casa, no sabía que haría exactamente pero algo debía hacer…
Llego a la estación y entró como unos más que entra con la multitud. Así que allí estaba, a las 07:12 sentado al lado de un tipo trajeado que parecía un estirado. El metro dio un pitido, cerró las puertas y el reloj dio las 07:13.




Mohamed se despidió de su mujer y 3 hijas, semblante serio, y con una lagrima en la mejilla.
 Sabía que era lo que tenía que hacer, era su destino, era su momento. Esbozó una mueca disfrazada de sonrisa y suplicó en silencio la protección de los suyos. Una última mirada y un beso a su mujer...
 Eran las 07:00 de la tarde y Mohamed pesaba hoy 12 kilos más de lo que ayer… Bajó hasta la estación y cuando fueron las 07:08 sacó un billete.
 Se aproximó al andén con paso firme. Las 07:09, estaba sentado en el vagón inicial, frente a una atractiva aunque algo entrada en edad mujer que parecía no querer tocar a nadie, ni que la tocasen. Las 07:13, Mohamed se levantó del asiento, se despoja de su abrigo y deja salir a la luz una rista de cinturones enrollados con lo que parecían tubos que le recorren todo el torso.

Gritos, y caras de desesperación se adueñaron del espacio en un segundo. En ese preciso momento, a las 07:13:22 murmurando una oración, Mohamed apretó un botón…

lunes, 8 de julio de 2013

Cartas a una novia que nunca fue



Ayer fue demasiado tarde, ayer… ayer te miré y no te vi. Eras sol y luna, eras libro y calle… Para mi lo fuiste todo sin que ni siquiera lo supieras. Eras un grito ahogado en mi mente, que reticencias cercioradas tenía de salir. Eras la música que expresa lo que bramaban y braman mis ojos, lo que mi boca extravía entre tantas premisas y lo que en mi pluma no cabe.
  
 Ayer dijiste que antes eras normal, es hoy cuando no eres más que mediocridad disfrazada de una imagen patética de incomprensión. Eras la más extraordinaria de las habitantes de esta bufonada. Pero tú, “Marquesa” has preferido venderte a un pueblo que no es el tuyo,  sólo por ser aceptada.
 Preferiste ser una anodina más, y mientras los reductos de tu genialidad mueren asfixiados en la banalidad consentida que se ha convertido tu rutina, yo sigo cautivo de una tierra que se niega a dejarme emigrar de su exasperante herencia.
Un día jugamos a perder la infancia, pero hoy tú has vuelto a los sonajeros…

Yo me quedé aquí, guardándome los prejuicios, apartado de todos, sonriendo hipócritamente a las mismas lunas cruentas que ayer nos daba la vida, con la miel en los labios; sabiendo que todo queda a un tiro una piedra que no alcanzo a aferrar conmigo.
 Respirando aromas efímeros de hiel, de dulzores de tonalidad agridulce, sabiendo que hoy será mejor que ayer pero peor que mañana. Un mañana, que aún llegado se va retrasando más y más…
 Y aunque quiera paliar a los fantasmas de lo que ayer ocasioné, la recurrencia es irremediable. Vivo sabiendo que todos mis trasgresiones son mías y de nadie más.

No es que quiera lo que ayer tuve, porque hoy te aseguro que de lo nuestro ayer sólo me interesa el rico recuerdo. Ayer te vi y recordé los días en los que tenías los pies descubiertos, los brazos abiertos, ayer me recordé besando y bebiéndome tu aliento… Ayer me recordé viviendo nuestra quimera, una quimera de la que no terminé de ser dueño.


No te puedo culpar por irte, yo en otro tiempo habría hecho lo mismo. Pero como te dije en una ocasión, “algunos no tenemos otra elección porque hemos elegido no tenerla”, porque queremos todo o nada, porque no queremos medias tintas… Porque le tenemos miedo, pavor…
Y buscar el equilibrio en los extremos; destruyéndote por vocación y hasta a veces laborando de enemigo propio, puede ser desesperante.
A veces, incluso llego a dudar por un segundo. Mas, un día decidí no venderme y vivir bajo mi propio criterio, sin seguir a ninguna masa, sin obedecer a la ceguera… Hoy no hago más que ratificar lo que he elegido.

¡Ay Marquesa!, ¿Qué más te puedo decir? Todos se han llevado el trozo de pastel más grande, y el más maltratado por la suerte sigo siendo yo, pero ¿Que más da? Si he visto y hecho más de lo que ellos admirarán en toda su vida. Y tú marquesa, ¿Qué me cuentas? ¿Qué te cuenta la mente que una vez cercaste?

Todos portamos una gran historia y una guerra, no se si la ganaste, la perdiste, o simplemente te paraste a descansar y terminantes dormida; olvidando como tantos otros que viven en los cielos, el suelo en el que librabas tus batallas más épicas.

 Miro al espejo y lo único que me dice es que tú no volverás a aparecer por ninguna parte.

viernes, 28 de junio de 2013

Los Otros



Ayer me preguntaron que donde se encontraba ubicada mi meta, mientras las puertas de las certidumbres se cercaban. En este mismo instante sin rumbo y víctima del rechazo, un solitario hijo de puta en busca de un plato para mañana se siente perdido en medio de sus propias ensoñaciones.

El otro día leí uno de esos textos de críos que se creen la polla porque le llevan dando caramelitos desde que se dejaron llevar por las corrientes del costumbrismo continuado de la mediocridad.
 Siempre he tenido cuidado de pasarme de ególatra, que los castigos divinos de la mitología me darán la razón cuando digo que puede ser muy peligroso. La humildad es una cualidad esquiva y bien vista, aunque nadie la conoce en su casa. La pintan y la evocan pero de cara a la galería, para engañarse a ellos mismos, porque queda muy bien joder…

Por eso cuando escucho que el “cielo es azul y los pajaritos hacen pío” me demoro un instante antes de exteriorizar un juicio despectivo hijo de la rabia y el desengaño, hacia las nieblas que se vienen dando en la educación últimamente.  Porque la autoría de semejantes obviedades que rozan la aberración, vienen impuestas por figuras que son señores y señoras ante la ley.
 Entiendo la situación, y las victimas… porque estamos hablando de víctimas, de este chiste magnífico, porque que sea ingrato no quita que sea grandioso en si mismo. Las víctimas desde luego no tienen la culpa, pero contribuyen ciegamente con su cómodo hospedaje desde los aposentos pudientes en la misma.

Es muy fácil, no para mí, vomitar y regurgitar manidos argumentos que no entiende su pseudoautor, es muy fácil vivir sabiendo que lo sabes todo; pero cuan difícil es romper los muros de lo construido aún sabiendo que los cimientos de esta construcción se derrumbarán algún día, y es que el carácter heredado de comunidad latina, nos invita a vivir de las rentas mientras sea posible, aún sabiendo que mañana nos moriremos de hambre oiga…
Es muy difícil romper toda una mentalidad. Pero ante todo, es muy fácil que sin darte cuenta te roben la persona y acabar aferrándote a los ideales de otro.
 Son las víctimas mas agraciadas de este juego tan ilógico como inaudito, porque luego están las “otras” víctimas, “los que son buenos, pero no tanto” los que; “oye, eres bueno tío, pero eres un vago” de los que el profesor de turno se dice “No tengo ni puta idea de lo que haces/no tengo ni putas ganas de querer saberlo/Yo no se hacerlo, tú tampoco”

 ¿Pero de donde viene ese no tanto, esa desidia, o esa incomprensión? Quizás de algo tan vasto que no cabe en una simple analogía, una historia, una guerra… Quizá algo que te escoge de venganza, personalmente, y aunque el dolor producido es mayúsculo, celebro su idea. ¡Qué bonito es ser el “otro”!


Ser el “otro” conlleva ser lo que quieras, pero algo totalmente distinto a lo que los demás son. Consiste en mirar a la cara al reconocimiento y escupirle, porque el reconocimiento no es reconocimiento hacia tú persona, si no hacia el adoctrinamiento que te han impuesto. Es no aceptar el adoctrinamiento, y mientras los demás tienen un mundo por donde moverse, equívoco pero un lugar al fin y al cabo, tú tienes que construirte el tuyo desde cero. Es arremangarse, acercarse, golpearlo con un abrazo, mirarle los ojos al desconsuelo y decirle “Bienvenido”


No quiero quitar méritos tampoco a los que aunque borreguiles y “dignos”, trabajan sin descanso en pos de lograr una meta que si bien mi condición la considera menos digna, la labor de construirla conlleva dedicación. Dedicación mientras yo me tocaba los huevos, literalmente.

Si holgazaneo es; primero porque yo así lo he elegido, no me voy a quitar culpas. Pero todo ello viene motivado, que no determinado, porque estoy sólo en este barco, al menos demasiado aislado. Si soy incapaz de convivir afablemente en su mundo es porque sólo vivo en el mío. Sólo acepto determinados mundos.

Porque mientras los niños jugaban en el recreo nadie estuvo apoyándome, nadie me tendió la mano para decirme pase lo que pase todo estaría bien. Me cruce con miles de personas; pero ninguna se paró a decirle a aquel ayer enclenque niño “yo creo en ti”, todos esos pasaron tunantes en frente de mi, regodeándose en sus excesos.
 Nadie estuvo ahí cuando aquel frustrado de turno se le ocurrió tacharme de mediocre sólo porque él estaba ciego y sordo, siguiendo la premisa de “Si yo no se hacerlo, tú tampoco”. Ni cuando pedí prestadas las migajas de amistades hipócritas por sentirme tan solo que hasta llegué al punto de comprender que no había mejor compañía que la soledad.
 Ni tan si quiera nadie estuvo nadie para hacerme saber que mi vida valía un puto carajo…

Nadie me dijo que lo que estaba haciendo estaba bien, al contrario, me vendieron imágenes de triunfo de reticente validez.
Sentí hambre de reconocimiento y en su lugar ellos me pedían arrepentimiento.
Discutí más de una vez con la imagen del espejo, esa que me decía sigue, mientras me escupía a la cara.
Cuando la ansiedad ahorcaba cualquier esperanza, cuando salía día tras día a luchar por lograr pasar un día más, cuando salía sabiendo que hiba a recibir más golpes de los que ayer soporté…
Tú no soportaste el prejuicio, el sacrificio, ni el desconsuelo. Tú no te has levantado siempre, pidiendo un asalto más… siempre, un asalto más…
Y todo, mientras tú jugabas al fútbol en el recreo.


Y ahora, ¿Qué queréis? ¿Qué cuando habiendo pasado por toda esta padeciente purga me ponga a vuestro nivel y regale mis méritos? ¡Ni soñarlo!
 Y si es ego, soy un ególatra, pero yo no soy como vosotros; que os habéis rendido, que no sabéis que os habéis rendido, que dejáis que se rindan, que habéis negado la posibilidad de que no se rindan.

 A mi no me queda otra elección, porque en efecto, tuve elección. Y elegí no ser como tú. Elegí el camino más difícil y divertido. Es placer para mí vivir bajo los focos que se alimentan tan sólo de mi propia luz y de la de aquellos que me la rentan. Hablo por su puesto de maestros… de Miguel Hernández, de Arjona, de Dante, de Coelho, de Lorca, de Ibáñez, de Millás, de Márquez, de Regazzoni, de Marx, de Valle-Inclán, de Tolkien, de J.K Rowling, de Heráclito, de Rubén Darío, de Machado,  de Alan Moore, de Stephen King… Son tantas y tantas luces… en las que en días inconclusos recurro en busca de una mano.

Tú, que vives bajo la mano de papá, que te paga las facturas mientras te hereda un juicio gregario, un juicio que te hará ser mañana el campeón de una rutina y que te pondrá al nivel de tantos, y tantos del montón. ¿Qué pasará cuando mueras? ¿Qué habrás conseguido?
 Pero mientras te cases, tengas hijos y puedas adornar la casa que crees que es tuya, básicamente mientras puedas respirar, vivirás entupidamente alienado.


Mientras apresáis a la locura, engrilletándola con vuestras voces catetas, y apedreándola con caramelos envenenados. Esta se muere de hastío, está aburrida, no de vosotros, que más quisierais, si no de que no la saquen a pasear. ¿Acaso no sabéis que la locura, cuyo germen es arrancado de las mentes cual vulgar cáncer se tratara, es la única que puede devolver la cordura?


Muchos son los compañeros, y hasta alguna compañera, que os habéis llevado secuestrados. Sois un viejo repartiendo caramelos en la puerta de un colegio, mientras vuestra amarga furgoneta con los cristales tintados esconde colchones manchados con lágrimas. 

Yo soy, el que no saca dieses porque no le da la gana, porque no representan nada, porque entiende que un papel sirve para limpiarse, mundana y únicamente.
 Yo, el que responde en una entrevista de trabajo cuando le piden que se defina algo más que un “soy buena persona”.
El que en un debate escucha y no escupe sus monólogos
Soy de los que quiere ir a millas de la exaltación pueblerina del “Yo soy así y punto”
De los que no son pueblo, de los que portan una línea tenue que expone el completo fracaso y el rotundo éxito, y oscilan vacilantes entre uno y otro.
De los que a veces parecen cansados de escribirle a sus enemigos para luego entrar en su casa, pero que respiran otra bocanada de aire y se lanzan al unísono de la campana a otro round. Porque en definitiva:

 Yo… soy de “los otros”

domingo, 23 de junio de 2013

Biografías con Nombres y Apellidos



Saber qué escribir es cada momento es un juego de clases, todos tenemos algo que decir, saber cuando y donde expresarlo es lo que mundanamente suelen llamar talento.

“El diablo y Dios tienen una pugna para ganarse a las todas almas de la humanidad. Sólo hay una regla; no vale el contacto directo… Sólo nos susurran. Yo veo cada día a sus subordinados; a los pies de mi cama, en la entrada del balcón o simplemente en la habitación de al lado. Esperando, a veces con una sonrisa de oreja a oreja, a veces etéreos como su propia naturaleza existencial. Nunca me hablan sin embargo, sólo se quedan ahí, esperando… sonriendo… pero me dicen más de lo que podrían decir con palabras.
 Sus voces nos pueden llenar de coraje, de entereza, de osadía… Nos envenenan con sus lenguas viperinas, nos llenan de incertidumbres, baldan, incluso, no pocos juicios. Sus interacciones nos llenan de impaciencia, de esa de querer expresar tanto y nunca poder llegar a hablar. Las encrucijadas no son más que la dubitación entre el “bien” y el “mal”, hay quién lo denomina relatividad…
¿Somos putos peones en un juego macabro? ¿Todo forma parte de una exquisita comedia? De ser cierto estaríamos matando a demasiadas personalidades y me niego a cometer más crímenes por hoy…

Cada hombre lleva dentro de si una dualidad mortal que borbotea sedienta de la sangre austera de la realidad que se desvanece en cada instante, su lucha inconclusa es la metáfora perfecta de la pugna que mantienen el diablo y Dios.

Hoy, día 22, cuando ya septiembre me suena tan lejano… he venido a contar mis verdades en forma de historias, verdades que hoy suenan amargas, que sin más compañía que si mismas se suicidan en el silencio de las noches y los días desamparados.


 Mi primer amor se olvidó de mi una tarde universitaria, nos juramos amor eterno cuando jugar a ser mayores no era más que eso, un juego, cuando los miedos más que miedos eran teorías infundadas, cuando no éramos más que dos niños que se conformaban con mirarse a los ojos. Años después descubrí que cambió el mar que se dibujaba desde su ventana por noches de risas, sexo y libertad.
No parecía más que una figura de esas que la niebla se lleva, o que por una razón u otra se encuentran inmersa en ella. Estuve a punto de tocar su timbre, pero una vez frente a su portal en la tarde sevillana, sólo me atreví a dar unos tenues e insonoros golpes en su puerta. ¿ Quién era yo para arrastrar a las penumbras del sufrimiento a alguien más? Había crecido, madurado tal vez, y desde aquella mampara parecía hasta feliz…  ese día comprendí que los sueños no se hacen realidad, que las almohadas son malas consejeras, que el amor no espera y que si espera, ya pasó… Aprendí a asumir errores, a no culpar a nadie de mis temores y a coger lo que quiero como quiero.


Vinieron días de secundaria, de hipócritas, falsos amigos y desengaños por platonizar a los mortales. Vinieron tiempos de lucha, de cóncavas ilusiones, y hasta inocentes convicciones. Mi orgullo miedoso me impidió ver lo que tenía enfrente, y en la escoria putrefacta en la que se convirtieron, años más tarde, amigos y compañeros. Sólo por dejarse llevar por soplapollas con graves carencias emocionales y afectivas, sólo por ser en la mediocridad de la aceptación ingrata y dejarse ganar por el temor de no intentar vivir bajo sus propias reglas, por si algún día se equivocaban y les colgaban la corona de espinas de los fracasados. Yo nunca quise mediocridad, aunque si que quise aceptación ingrata. Gracias a Dios no tuve ni lo uno ni lo otro.

Sigo lamentando a día de hoy la suerte ajena de aquellos que se dejaran llevar y me dieran la espalda cobardemente un día. De esos que hoy ríen, piensan y actúan en grupo, porque ya no les queda otra, pero que cuando pasan a mi lado sin más compañía que sus débiles argumentos no hacen más que mantener la cabeza gacha y tragarse la lengua a cada paso, antes de que se las hagan tragar.


Nunca tuve amigos en mi infancia, los desterré a todos, les giré la cabeza al pasar por la acera con el pretexto de que no me gustaba la puerilidad, y era cierto, yo nunca fui un niño del todo. Viví en mis ensoñaciones hasta que un día la veracidad llamó a mi puerta, y por ella empezó a entrar gente, todo tipo gente. De esas que susurran sus profesiones en voz baja, de las que te pican el ojo cuando entre negocios dicen que pasan sus días, de las que de escoria las catalogaría quizás algún sector de la sociedad, de las que, en definitiva, te demuestran que no existen tonalidades absolutas, ni el bien ni el mal, sino situaciones, momentos...
 Me enseñaron, algunos por interacción directa, otros por abstracción propia, que vivir bajo tus propias normas, y en definitiva, ir contra corriente tiene un precio. Un precio muy caro que se empieza pagando con la incomprensión de tu entorno. Y aunque todos tenemos una meta en común, ninguno sigue un camino idéntico.

Los caminos son inescrutables, he hecho muchas cosas malas, cosas que no interesa  decir explícitamente porque no constan, o no interesen que consten precisamente, cosas que me han marcado de por vida y que he tenido que aprender a convivir con ellas. Cosas a las que me he visto obligado a hacer. Pero que indirectamente son un regalo. El resto de la población no ha tenido el regalo de elegir como y cuando vivir, yo sí. Es por ello que mi mayor tesoro es mi camino. Y es que en definitiva puedo decir que he vivido como he querido. Eso no lo puede decir cualquiera…


Otra etapa se le abrió a un taciturno chaval de pocas expectativas de reconciliarse con una entidad humana que nunca le había tendido mano alguna. Etapa que me permitió cambiar de itinerancia, pero con unos resultados a fin de cuentas muy similares. Yo no los necesitaba, ni ellos a mí... Y así se puede decir que convivimos, con una cierta “paz” de cara a la galería pero con un odio interno bilateral. Así que fue como en muchas mesas garabateé “LMMSLD” La misma mierda de siempre en un lugar diferente”

 Conocí el amor con la que resultó ser una vecina a la que nunca había ido a visitar aún viviendo muy cerca, he hablado de ella en alguna ocasión.
Aún recuerdo unos ojos marrones, labios que escondían una lengua tan peligrosa como caprichosa, el tenue zumbido de su nariz al respirar cuando estaba dormida, recuerdo perderme por su tez clara, su olor en la almohada, fumarme su aliento y hasta aún conservo marcas de sus uñas en mi espalda. Mentiría si no dijese que no disfrute de una relación tan enfermiza como fascinante, nunca me dedicó mas de un “hola” fuera de la habitación improvisada de turno, ya fuera la habitación de sus padres o un par de mesas de instituto.

Ella siguió su camino, con sus inclinaciones y sus decisiones, ni si quiera nos despedimos, simplemente un día se marchó y no la volví a ver. No la juzgo.
Yo por mi parte tomé el mío, con caminos sin duda curiosamente paradójicos. Y realmente hice cuanto quise. Decidí vivir sin prejuicios, y sin juzgar a nadie. Me aventuré en memorias de placer, libre e independiente de cualquier mente sentenciosa. De amores que se olvidan con café y de confluencias que me llevaron a encontrarme conmigo mismo y me ayudaron a construirme hasta el día de hoy.
 “El amor nos hace libres, y el placer nos acerca a Dios”


Me bajé de un tren que por unas razones u otras tomó caminos que no sentí como propios, otras razones me llevaron forzado a abandonarlo pero eso es otra historia…


El caso es que, y aunque en un primer momento creyéndolo imposible, el hecho de volver a retomar de nuevo sin escollos lastrados un nuevo camino me hizo conocer a una serie de personas que arrojaron ciertos tintes de reconciliación con un comunidad marchita.
 Gente con nombres y apellidos, de los que están en construcción de si mismos. Y que de forma pausada, y porque no decirlo, muchos de forma no explícita, me fueron haciendo otro regalo con  lecciones justamente en el lugar de las heridas que dejó el pasado sin sanar. Algunas, porque en este caso tienen carácter femenino, me demostraron contra pronóstico que existen flores en la basura, ilesos que aún se pueden salvar en las dictaduras y  manos hasta detrás de las caricaturas.

Recuerdo encontrarme una figura en concreto que me recordaba enormemente a mí hace unos años, Quise ayudarla hasta el punto de atosigarla, cada uno ha de aprender sus propias verdades. “Aunque poseas la verdad, nada te creerás hasta que no te encuentres de cara con ella”
El hecho de ver crecer como persona a alguien contra todo pronóstico, te abofetea (en el buen sentido, ¿Cuándo no es buena una bofetada?), te hace volver a creer en la superación.
 Ella también me enseño muchas cosas con su actitud…

Conocí además, a otra chica, otra gran persona. Y es que si bien no suelo dar ejemplos propios, esta es una ocasión especial. Alguien que tiende una mano a ciegas sin conocerme de nada y sin cribar a las personas por las primeras impresiones vacuas se merece por lo menos mi aplauso.
  Con pensamiento propio además, piensa, racionaliza y vive según sus métodos. No es una marioneta borreguil y suicida. Será más o menos acertado su criterio, es lo de menos. Donde radica la importancia, es que heredará a quién se encuentre una relación de respeto y edificación. Y eso, sin duda, cambia el mundo.


El progreso va de la mano de las mentalidades, si construimos una sociedad con personalidad individual, podremos crear una sociedad colectiva.


Sinceramente no se que me deparará mañana, me preocupa lo justo porque “El futuro llegará en su momento”, pero el presente subordinado que pone cara de perro si se le da la gana se presenta como queramos presentarlo. Se que los ideales se olvidan cuando se trata de poner un plato en la mesa, que remar contra corriente puede terminar por cansar, y que aburguesarse está en el orden del día; hay muchos argumentos para ello, pero los detesto todos . Y me da miedo, sinceramente, abandonar por voluntad propia las ganas de luchar. Me aterra que me coma la desidia.
Son personas con nombres y apellidos las que me han demostrado y me demuestran que los que crecen y maduran son los que mantienen la desidia a ralla. Mientas hayan personas con Nombres y Apellidos habrá una ventana por la que mirar…

Gracias

lunes, 10 de junio de 2013

Hoy A Muerto Un Comediante



Hoy ha muerto un comediante, las inconmensurables palabras de un titán embravecido se han apagado para siempre. Las almas de los que un día fueron dignos enemigos de su persona, hoy le rinden tributo silencioso en la calma enmudecida de una noche que aún terminando, no termina empezar.

Las rosas se cierran temerosas de la ira de cuantos aún hambrientos de soledad, atacan las fauces abiertas de sus semejantes en busca de una horrible migaja roída y podrida que llevarse a la boca. Mis ojos se cierran aletargados en un mar de monotonía fría, de versos vacíos, de palabras vacuas, y de historias finitas…

Un rayo que estremece los corazones de los temerosos hace su aparición, cual personaje secundario que llega de dios sabe donde para salvar la escena, pero esta escena ya no tiene salvación. Hemos muerto para volver a empezar a cometer los mismos errores que un día payasos tristes cometieron en esta ciudad, ciudad que hoy es un circo ambulante.

Hemos llegado al estrellato, felicidades ladrones sin causa.  Porque no tenéis vida, no tendréis muerte, no tenéis nada… Un aplauso comienza a resonar en la lejanía del aparcamiento de al lado, irónicamente, como una risa macabra que nos anuncia la llegada del día siguiente. Pero ya no importa nada, porque el sol ya no sale en esta ciudad marcada con la sangre de los que un día decidieron abandonarla.

Desde mi hotel se oyen los disparos, deben de haber apresado a la dignidad.
 Ya no nos queda nada a ninguno. Ni siquiera a mi, siempre tan perfecto, tan superior, tan vivo… Pues aquí estoy, escribiéndole a una luna de hormigón mientas me plagio unas páginas a mi mismo, para intentar volver a comer y respirar mañana.

Hoy a muerto un comediante y ha nadie parece importarle, todo continuará su paso sin inmutarse lo más mínimo. No se oyen ruidos ni se ven sombras. Porque ya hace tiempo que todo se oscureció tanto que no existen ni lo uno ni lo otro. ¿Donde habrá ido a parar la luz? tan alejada de todos y tan cerca de algunos.

Esta es casa de dementes, hogar de lo que abrazan a la sin razón, y de los que como el comediante que a nadie le importa, susurran sus monólogos en cada esquina. Siendo testigos mudos de la decadencia explícita de una ciudad que ya ni intenta quitarse el fango de encima.

Nos encendemos un puro y vemos pasar el reloj mientras esperamos sin prisas un final dilapidado, hemos malgastado nuestros recursos y ya ni lágrimas nos quedan en los ojos. Más vale ir encendiéndose otro que parece que la espera se alargará. ¿Qué más da si ya conocemos nuestro fin…? No somos más que despojos y polvo que se agolpa en una puerta que jamás se abrirá, y que jamás se halló abierta para nosotros, ni para nadie.

 Las horas del puto reloj pasan juzgando a inocentes y a la escoria por igual, mientras una ciudad marcada por la gonorrea y el olor a mierda se despierta adormilada y perezosa, tratando de encontrar la dignidad corrompida por ellos mismos.

Paso por al lado de ignorantes que confunden alabadas almas muertas en naufragios, con héroes paupérrimos de bar de carretera, ahítos de güisqui barato mientras se fuman penas, glorias y agonías, en forma de puros, pollas y cigarrillos por igual.


Un día me contaron el secreto efímero de esta ciudad, y como tantos otros aquí decidí tomármelo como una broma pesada, un chiste que no acaba de terminar, pero que hoy toca su fin. Y mientras, paseo por las calles observando con una sonrisa macabra dibujada en la boca, los horrores ambulantes que se agolpan sin complejos por una ciudad que hoy no existe.
 No podemos esperar nuestro fin eternamente.

Hoy ha muerto un comediante…

Más Allá De Hoy



Si está con él es porque busca indirectamente a su madre; su madre claudica su autoestima, la frustra, le hace pensar que es inferior a lo que realmente es.
 Haciéndole feliz a él es como si estuviese complaciendo a su madre, por eso tiene esa necesidad tan imperiosa y tan enfermiza de ser sumisa y complacerlo.
No le importa salir perdiendo o sacrificarse porque busca el reconocimiento insatisfecho de la figura materna en él.
 Nunca conoció a su padre realmente, y no tiene gran relación con él precisamente. Es por ello que su madre es la única, primera y por ende primordial referencia que siempre ha poseído. La única manera de satisfacer su apetito pueril de reconocimiento es su madre. Como nunca fue satisfecho lo arrastra hasta edades más tardías.

 El resto del mundo la tiene en un pedestal, pero eso a ella no la complace. Ella necesita de la aprobación de quienes la ignoran o en cierto modo la tratan con tintes de desapego. Porque son estos, su madre en movimiento.

Su pareja es el máximo exponente de este desapego. El hecho de que cada vez que ella da y da mientras él no la corresponde con lo más mínimo, y de repente es sobre correspondida por un momento la ata completamente, le produce una pseudofelicidad que consigue aplacar, encubriendo, sus ansias de reconocimiento materno.
 Es como una adicta, ha caído en un juego peligroso y enfermizo que la engrilleta cada día a la figura de su madre reflejada en él.
Complaciéndolo a él y recibiendo su aprecio es como si recibiese el amor y la aprobación materna.
Me recordaba a mí.

 Yo sólo quise devolverle la autoestima que nunca tuvo a bien recoger, pero que se que tiene. Quise hacerla libre. No porque quisiese beneficiarme de la situación, para nada, simplemente quería hacerla libre.
A veces alguien puede estar dispuesto a darnos el mundo entero, pero basta con que otro nos dé un ápice para que este ápice viniendo de según quién valga más que cualquier otra cosa. Quise que decidiera por si misma.
 Y no conseguirlo me mata…

La integridad de muy pocas personas ha sido en contadas ocasiones mecedora de mi interés. Su integridad ha sido la única capaz de sobreponerse a planos inquebrantables. Me ha afectado personalmente, me ha hecho cuestionarme mi estilo de vida, me ha mostrado todo lo que me he perdido y me pierdo, no me deja respirar, se me clava, lo gritan mis ojos y mi boca con hipocresía típica de la razón, lo calla…


 [...]


Dicen que soy un cabrón, y quizás lo sea. Dicen que utilizo a la gente, que los exprimo hasta que no pueden dar más, que los analizo desde fuera, que los etiqueto, que los clavo, que los encuadro en un personaje monocromático aún conociendo su naturaleza compleja.
Que como buen escritor vendo ilusiones efímeras, como cometas de humo, que no son más que palabras que buscan el beneficio propio, que a veces pasan por el bienestar ajeno pero que nunca dejan de hacer una parada en la puerta del mío.

Eso pueden decir, y en ciertos aspectos no les falta razón. Pero basta con abrir el objetivo de la lente con la que se mire para darse cuenta de que todo tiene un trasfondo,  nadie se comporta así porque sí, lo malo al final resulta que no es tan malo, porque simplemente son maneras de actuar ante situaciones que nos llevan a ello. Y no le hago daño gratuito a nadie.

Puede que a veces haya sido un cabrón y lo reconozco, soy vengativo y con ascendencia paranoica, y eso me ha traído más de un quebradero de cabeza. Me ha ido reconcomiendo por dentro, aunque no obstante he ido desterrando los males que un día cual al modo de Pandora me ose a desatar. Al menos lo he intentado, y hasta en algunos aspectos lo he conseguido.
 Sin embargo se que algunas marcas me acompañarán de por vida, y me alegro, recordándome lo que un día hice o deje de hacer… He tenido que aprender a convivir con ellas, y hoy son mis amigas.

Puedo hacer de instantes odiseas, y de auténticas odiseas un único instante contenido en el vacío, infinito, pero exacto y raudo.

 Soy un caradura y un soñador, tengo alas que vuelan poco y sueños que no aterrizan. Tengo secretos los cuales parecen que no hay silencio que sean dignos de contenerlos. Pero los contienen, que es lo importante. Y me duelen, y batallan con cada día, y batallo con cada día, y mueren cada día, y comienzo soñando y termino en el insomnio…

Tengo voluntades como castillos, y jamás he pronunciado un “No puedo”. He elegido la vida que quiero llevar mucho más allá de lo que podríais pensar. Y me alegro de haber elegido lo que he elegido, y quiero, de verdad, creerlo.
Porque aunque creo que he obrado bien, también guardo las ascuas de un error de elección, y las intento apagar, y a veces consigo apagarlas con tan solo mirarme al espejo, y a veces prenden a otras y me da miedo. Y me clavan dudas, pequeñas, pero que en cualquier instante pueden tomar formas reales.
Y vuelvo a sentir miedo, y las apago. Porque creo que dentro de lo que podía haber elegido he elegido lo mejor…

“¿Y que hubiese pasado si hubiese tenido plenitud de elección?” Y la respuesta me golpea… porque voltearía mi espacio. Pero no, una segunda respuesta cuando llego a la plenitud de mis facultades se aparca expresando llanamente las que creo respuestas verdaderas. “He elegido bien, elegiría lo que he elegido”

Me gusta complicarme los pasos con exquisita inexactitud, me gusta andar por caminos que ayer no estaban abiertos, me gustan las historias que crean mundos, pero llegados a un punto me gusta y me gustaría vivir en este. Me gusta la gente con personalidad, me gusta el carácter personal, me gusta la madurez, me gusta hoy aún más que ayer.

Adoro equivocarme, porque no considero nada como una equivocación. Creo en la experiencia del mismo modo que en la relativización  del entorno. Amo y quiero amar mi vida. Y amo lo que soy, y que lo puedo llegar a ser, incluyendo a mi ser como persona y al entorno que puedo dar lugar. Adoro el arte en todas sus facetas y desprecio la corrupción de sus formas en la comercialización.

Me mata tener que callarme una genialidad, ya sea porque la creo obvia y al final no lo es tanto para otros, porque no es el momento, porque no son las formas…


 Llevo encima melodías que hablan de lo prohibido para algunos, soy capaz de cambiar todo un mundo con unos compases. Y nadie me entiende cuando hablo, y nadie me entiende cuando escribo. Y ansío el día en el que alguien entienda algo. Aunque entiendo que no me entendáis. Si yo mismo llevo tiempo intentando entenderme, y hasta hoy a veces me sorprendo…

Mis palabras se suelen perder en la almohada, en el viento marchito, en los días, en los sueños que no son pero que patéticamente son sin serlo, en espejos cóncavos, en puertas que se abren solas por si quieres entrar.

 Tengo miedo a lo que puede ser y pavor a lo que puede dejar de ser, y aunque en algunas ocasiones lo exprese, no dejo que condicione más de lo estrictamente necesario  a mis acciones.

Dicen que soy triste cuando escribo, que mis palabras no son más que mis grilletes plasmados. Y no andan equivocados. ¿Sabéis qué? Que amo mis grilletes porque de ellos saco lo de siempre improvisado.
 “Ser feliz puede que no sea estar libre, no hay que perderse del matiz que da lo incierto, ser feliz es también odiar un par de veces” Si algún día consigo serlo será porque he conocido a su hermano el dolor. De verdad que amo con toda mi alma al dolor y todo lo que me ha enseñando en forma de regalo, pero eso no significa que no quiera desecharlo… Cuestión de supervivencia supongo.
El equilibrio no ha de verse roto en demasía porque tanto para un lado como para otro causa auténticos estragos.

“Lloraba porque no tenía zapatos hasta que vi a un niño sin pies” Temo caer en la crítica vacía, y es por ello que me gusta pararme a reflexionar en cualquier esquina, pero mi esquina favorita está en una buena compañía. Aprecio muchísimo un buen silencio, pero sin haber tenido compañía el silencio se corrompe.

Puede que en más de una ocasión barra para casa, pero os aseguro que no hay un comunista mayor que yo. No dejo de beneficiar a quién se lo merece y no hay nadie que  sea tan generoso con quién quiero atesorar, no dejo de dar segundas oportunidades y hasta terceras, aunque no sean buenas para mí.

 Mi mayor sueño pasa por el conocimiento; conocer y que los demás conozcan, el equilibrio de las partes, la libertad y el respeto. En definitiva una utopía, aunque no creo en las utopías, porque son quimeras, porque la naturaleza corrupta de la sociedad las convierte en dictaduras…

Me suele exasperar la sociedad, y he perdido casi toda la esperanza en sus individuos, son personas como la que abre este relato o como las que un día inesperadamente me dan una lección, las que me devuelven la fe en el ser humano.

Creo que la única manera de actuar es actuar, improvisar a veces es la mejor manera de vivir y la única que demuestra la valía personal de cada quién. No dejo que nadie me diga lo que soy, se lo soy y lo que quiero ser…


Porque al final, más allá de lo que pueda decir hoy, lo único que busco es algo que no tengo y que sería la solución a todo.
  Y estaría dispuesto a transgredir todos los males que hiciesen falta, que por otro lado se disiparían con una mera presencia que no es otra cosa si no “Tu beso en las mañanas y un café”, mientras eso no me faltase ya me ocuparía yo de que absolutamente todo estuviese bien…

jueves, 30 de mayo de 2013

Adentrándome En Etapas De Ebullición



Adentrarme en una etapa vital con tanta ebullición, favoreciente para las creaciones aunque no tanto para pasar los días, es perfecto.
Perfecto para concebir tormentas, oasis, y páramos desérticos por igual y doquier, en cada esquina, sin preguntar, sin atender... Permitiendo equilibrar la corrupción y corrigiendo males al azar. Provocando vida y muerte de los mismos miedos que hoy quieren desterrar... 

No podemos negar lo que somos, somos agua, luz, pero también sombras y sed. Podemos ocultarlo, enmascararlo, engañarnos, podemos construir mundos mentirosos, podemos vivir en una mentira, podemos aferrarnos a la verdad elucubrada a partir del hastío de no poder pasar los días con la claridad suficiente para tener la cordura mental exacta como para poder atizar a quién competa con nuestras propias divisas. Podemos hasta olvidarnos momentáneamente de donde estamos, a donde vamos o si somos sol o luna, o ambos, o ninguno…
 Podemos morir a base de estallidos que provoquen un letargo indefinido a acusa de dios sabe qué…

 Pero al final no podemos negar lo que somos, podríamos cambiar un ápice, pero cada quién es quién es. La naturaleza termina por salir a la luz. A quienes sólo servimos para que nos zurren a golpes no nos queda otra que disfrutar viviendo así, porque disfruto realmente viviendo así, porque para mi no hay mejor vida. Y no pasa un día sin que le de gracias a Dios por ello.
 No conozco otra vida, y ya es tarde para conocerla. No es que sea nada malo,  y no vengáis con optimismos estúpidos y pueriles porque ya me conozco muchos cuentos similares, ninguno termina bien.
 Podemos variar de trayecto, curvos, directos, sin salida… pero estos sólo es un ínfimo porcentaje de lo que es.
 No obstante, y formidablemente, hay que ver como esto a menudo es más que suficiente para marcar la diferencia. Y es que estas pequeñas pinceladas desembocan en ríos y mares muy dispares. Tal como el vuelo de una mariposa puede transformarse en un huracán en la otra parte del mundo.

¿Y qué si no hay otra vida?, si es la que he elegido yo. Porque no todos pueden decir los mismo. Yo he elegido, y son los pasos los que definen, las pérdidas las que marcan la diferencia y distanciarse de la mediocridad el grado con el que se mide el éxito. Así que si me he definido, soy diferente y distante de muchos, ¿Acaso algo puede estar mal? Pueden haber muchos errores, no lo niego, pero estos errores no tienen defecto alguno.


¿Y cuando no ha habido nada que contar? Cuando no he sido el dueño del pasado que quemaba ideas locas, ni de la posibilidad de acercarme a algunos anhelos determinados, cuando si pudiese haber sido el dueño de un mensaje en clave me hubiese escuchado según quién, le habrían abierto una puerta a mi presente, dándole un motivo a mi futuro…
 Pero las cosas no fueron así… cuando no hubo nada que contar fue porque una figura ganó sin saber ni quiera lo que estaba en juego. Es una mofa sublime a la par que macabra. Es la razón por la cuál me he levantado los últimos días que han venido viniendo.


 La soledad te va destruyendo por dentro, te ata y amordaza, pero la hija de puta te deja una rendija para que mires lo que te pierdes, y sabes que puedes, y sabes que no debes, y sabes muchas cosas que no saben, y que no sabrán quizás. Sabes que se arrepentirán, sabes las razones, sabes los medios, ¡y joder!, Cómo te gustaría que lo supieran…
 Pero te callas porque aún están contando cuentos de esos que hablan de” risas, moda, sexo y libertad. La fiesta dura lo que una cometa”, y, jugando a ser mayores mientras en casa les esperan Papá y Mamá con la merienda en una mano y el escudo en otra, soledad…
Y duele…

Sabes, más bien rezas, que por lo menos cuando años más tarde echando la vista atrás, se den cuenta de todo lo que ni siquiera sabían que desconocían. Entonces será demasiado tarde para ti, porque ya no estarás aquí para que te escuchen decir lo que gritaban tus ojos, eso que quieres contar y de lo que no quieres dejarte nada en el tintero.
 Esperas anhelante que lleguen a tu verdad cuanto antes, aunque sabes que no lo verás hoy, pero ¿Quién sabe?

Sin saberlo muy bien, han tenido cavidad realidades que ni por asomo la hubiesen tenido ayer. Y eso es muestra lo esperpéntica que puede llegar a ser la situación. Pero no deja de ser real y verdadera.
Y te alegras, porque es tu verdad, una realidad a la cual le has dado forma porque tú, y en esencia sólo tú, has decidido engendrar.
No puedes evitar, no obstante, no sentirte apesadumbrado y afligido por lo que pudo ser y no fue, pero como un sabio me dijo una vez “Por mucho que sople el viento una montaña no podrá nunca postrarse ante él”. Acepto las verdades ajenas del mismo modo que espero que las mías sean aceptadas. Mas no os cerréis puertas, porque caminar por caminos foráneos es la mejor manera de reconciliarse con el mundo.

 He elegido, sí. Y me siento orgulloso de mis decisiones, gracias a ellas nunca he estado mejor que ahora. Es aquí donde quiero vivir, y en donde todos mis caminos habidos y por haber convergen en un fluido llamado presente. Quiero vivir en el presente.

Aunque adentrarme en una etapa vital de ebullición personal sea incierto es meramente perfecto, todo se resume en fluir, de forma racional, crítica y personal, pero fluir al fin y al cabo. Así pues mi amor por cuanto es vida me impide decir otra cosa que no sea:
 Ωβ