viernes, 28 de junio de 2013

Los Otros



Ayer me preguntaron que donde se encontraba ubicada mi meta, mientras las puertas de las certidumbres se cercaban. En este mismo instante sin rumbo y víctima del rechazo, un solitario hijo de puta en busca de un plato para mañana se siente perdido en medio de sus propias ensoñaciones.

El otro día leí uno de esos textos de críos que se creen la polla porque le llevan dando caramelitos desde que se dejaron llevar por las corrientes del costumbrismo continuado de la mediocridad.
 Siempre he tenido cuidado de pasarme de ególatra, que los castigos divinos de la mitología me darán la razón cuando digo que puede ser muy peligroso. La humildad es una cualidad esquiva y bien vista, aunque nadie la conoce en su casa. La pintan y la evocan pero de cara a la galería, para engañarse a ellos mismos, porque queda muy bien joder…

Por eso cuando escucho que el “cielo es azul y los pajaritos hacen pío” me demoro un instante antes de exteriorizar un juicio despectivo hijo de la rabia y el desengaño, hacia las nieblas que se vienen dando en la educación últimamente.  Porque la autoría de semejantes obviedades que rozan la aberración, vienen impuestas por figuras que son señores y señoras ante la ley.
 Entiendo la situación, y las victimas… porque estamos hablando de víctimas, de este chiste magnífico, porque que sea ingrato no quita que sea grandioso en si mismo. Las víctimas desde luego no tienen la culpa, pero contribuyen ciegamente con su cómodo hospedaje desde los aposentos pudientes en la misma.

Es muy fácil, no para mí, vomitar y regurgitar manidos argumentos que no entiende su pseudoautor, es muy fácil vivir sabiendo que lo sabes todo; pero cuan difícil es romper los muros de lo construido aún sabiendo que los cimientos de esta construcción se derrumbarán algún día, y es que el carácter heredado de comunidad latina, nos invita a vivir de las rentas mientras sea posible, aún sabiendo que mañana nos moriremos de hambre oiga…
Es muy difícil romper toda una mentalidad. Pero ante todo, es muy fácil que sin darte cuenta te roben la persona y acabar aferrándote a los ideales de otro.
 Son las víctimas mas agraciadas de este juego tan ilógico como inaudito, porque luego están las “otras” víctimas, “los que son buenos, pero no tanto” los que; “oye, eres bueno tío, pero eres un vago” de los que el profesor de turno se dice “No tengo ni puta idea de lo que haces/no tengo ni putas ganas de querer saberlo/Yo no se hacerlo, tú tampoco”

 ¿Pero de donde viene ese no tanto, esa desidia, o esa incomprensión? Quizás de algo tan vasto que no cabe en una simple analogía, una historia, una guerra… Quizá algo que te escoge de venganza, personalmente, y aunque el dolor producido es mayúsculo, celebro su idea. ¡Qué bonito es ser el “otro”!


Ser el “otro” conlleva ser lo que quieras, pero algo totalmente distinto a lo que los demás son. Consiste en mirar a la cara al reconocimiento y escupirle, porque el reconocimiento no es reconocimiento hacia tú persona, si no hacia el adoctrinamiento que te han impuesto. Es no aceptar el adoctrinamiento, y mientras los demás tienen un mundo por donde moverse, equívoco pero un lugar al fin y al cabo, tú tienes que construirte el tuyo desde cero. Es arremangarse, acercarse, golpearlo con un abrazo, mirarle los ojos al desconsuelo y decirle “Bienvenido”


No quiero quitar méritos tampoco a los que aunque borreguiles y “dignos”, trabajan sin descanso en pos de lograr una meta que si bien mi condición la considera menos digna, la labor de construirla conlleva dedicación. Dedicación mientras yo me tocaba los huevos, literalmente.

Si holgazaneo es; primero porque yo así lo he elegido, no me voy a quitar culpas. Pero todo ello viene motivado, que no determinado, porque estoy sólo en este barco, al menos demasiado aislado. Si soy incapaz de convivir afablemente en su mundo es porque sólo vivo en el mío. Sólo acepto determinados mundos.

Porque mientras los niños jugaban en el recreo nadie estuvo apoyándome, nadie me tendió la mano para decirme pase lo que pase todo estaría bien. Me cruce con miles de personas; pero ninguna se paró a decirle a aquel ayer enclenque niño “yo creo en ti”, todos esos pasaron tunantes en frente de mi, regodeándose en sus excesos.
 Nadie estuvo ahí cuando aquel frustrado de turno se le ocurrió tacharme de mediocre sólo porque él estaba ciego y sordo, siguiendo la premisa de “Si yo no se hacerlo, tú tampoco”. Ni cuando pedí prestadas las migajas de amistades hipócritas por sentirme tan solo que hasta llegué al punto de comprender que no había mejor compañía que la soledad.
 Ni tan si quiera nadie estuvo nadie para hacerme saber que mi vida valía un puto carajo…

Nadie me dijo que lo que estaba haciendo estaba bien, al contrario, me vendieron imágenes de triunfo de reticente validez.
Sentí hambre de reconocimiento y en su lugar ellos me pedían arrepentimiento.
Discutí más de una vez con la imagen del espejo, esa que me decía sigue, mientras me escupía a la cara.
Cuando la ansiedad ahorcaba cualquier esperanza, cuando salía día tras día a luchar por lograr pasar un día más, cuando salía sabiendo que hiba a recibir más golpes de los que ayer soporté…
Tú no soportaste el prejuicio, el sacrificio, ni el desconsuelo. Tú no te has levantado siempre, pidiendo un asalto más… siempre, un asalto más…
Y todo, mientras tú jugabas al fútbol en el recreo.


Y ahora, ¿Qué queréis? ¿Qué cuando habiendo pasado por toda esta padeciente purga me ponga a vuestro nivel y regale mis méritos? ¡Ni soñarlo!
 Y si es ego, soy un ególatra, pero yo no soy como vosotros; que os habéis rendido, que no sabéis que os habéis rendido, que dejáis que se rindan, que habéis negado la posibilidad de que no se rindan.

 A mi no me queda otra elección, porque en efecto, tuve elección. Y elegí no ser como tú. Elegí el camino más difícil y divertido. Es placer para mí vivir bajo los focos que se alimentan tan sólo de mi propia luz y de la de aquellos que me la rentan. Hablo por su puesto de maestros… de Miguel Hernández, de Arjona, de Dante, de Coelho, de Lorca, de Ibáñez, de Millás, de Márquez, de Regazzoni, de Marx, de Valle-Inclán, de Tolkien, de J.K Rowling, de Heráclito, de Rubén Darío, de Machado,  de Alan Moore, de Stephen King… Son tantas y tantas luces… en las que en días inconclusos recurro en busca de una mano.

Tú, que vives bajo la mano de papá, que te paga las facturas mientras te hereda un juicio gregario, un juicio que te hará ser mañana el campeón de una rutina y que te pondrá al nivel de tantos, y tantos del montón. ¿Qué pasará cuando mueras? ¿Qué habrás conseguido?
 Pero mientras te cases, tengas hijos y puedas adornar la casa que crees que es tuya, básicamente mientras puedas respirar, vivirás entupidamente alienado.


Mientras apresáis a la locura, engrilletándola con vuestras voces catetas, y apedreándola con caramelos envenenados. Esta se muere de hastío, está aburrida, no de vosotros, que más quisierais, si no de que no la saquen a pasear. ¿Acaso no sabéis que la locura, cuyo germen es arrancado de las mentes cual vulgar cáncer se tratara, es la única que puede devolver la cordura?


Muchos son los compañeros, y hasta alguna compañera, que os habéis llevado secuestrados. Sois un viejo repartiendo caramelos en la puerta de un colegio, mientras vuestra amarga furgoneta con los cristales tintados esconde colchones manchados con lágrimas. 

Yo soy, el que no saca dieses porque no le da la gana, porque no representan nada, porque entiende que un papel sirve para limpiarse, mundana y únicamente.
 Yo, el que responde en una entrevista de trabajo cuando le piden que se defina algo más que un “soy buena persona”.
El que en un debate escucha y no escupe sus monólogos
Soy de los que quiere ir a millas de la exaltación pueblerina del “Yo soy así y punto”
De los que no son pueblo, de los que portan una línea tenue que expone el completo fracaso y el rotundo éxito, y oscilan vacilantes entre uno y otro.
De los que a veces parecen cansados de escribirle a sus enemigos para luego entrar en su casa, pero que respiran otra bocanada de aire y se lanzan al unísono de la campana a otro round. Porque en definitiva:

 Yo… soy de “los otros”

domingo, 23 de junio de 2013

Biografías con Nombres y Apellidos



Saber qué escribir es cada momento es un juego de clases, todos tenemos algo que decir, saber cuando y donde expresarlo es lo que mundanamente suelen llamar talento.

“El diablo y Dios tienen una pugna para ganarse a las todas almas de la humanidad. Sólo hay una regla; no vale el contacto directo… Sólo nos susurran. Yo veo cada día a sus subordinados; a los pies de mi cama, en la entrada del balcón o simplemente en la habitación de al lado. Esperando, a veces con una sonrisa de oreja a oreja, a veces etéreos como su propia naturaleza existencial. Nunca me hablan sin embargo, sólo se quedan ahí, esperando… sonriendo… pero me dicen más de lo que podrían decir con palabras.
 Sus voces nos pueden llenar de coraje, de entereza, de osadía… Nos envenenan con sus lenguas viperinas, nos llenan de incertidumbres, baldan, incluso, no pocos juicios. Sus interacciones nos llenan de impaciencia, de esa de querer expresar tanto y nunca poder llegar a hablar. Las encrucijadas no son más que la dubitación entre el “bien” y el “mal”, hay quién lo denomina relatividad…
¿Somos putos peones en un juego macabro? ¿Todo forma parte de una exquisita comedia? De ser cierto estaríamos matando a demasiadas personalidades y me niego a cometer más crímenes por hoy…

Cada hombre lleva dentro de si una dualidad mortal que borbotea sedienta de la sangre austera de la realidad que se desvanece en cada instante, su lucha inconclusa es la metáfora perfecta de la pugna que mantienen el diablo y Dios.

Hoy, día 22, cuando ya septiembre me suena tan lejano… he venido a contar mis verdades en forma de historias, verdades que hoy suenan amargas, que sin más compañía que si mismas se suicidan en el silencio de las noches y los días desamparados.


 Mi primer amor se olvidó de mi una tarde universitaria, nos juramos amor eterno cuando jugar a ser mayores no era más que eso, un juego, cuando los miedos más que miedos eran teorías infundadas, cuando no éramos más que dos niños que se conformaban con mirarse a los ojos. Años después descubrí que cambió el mar que se dibujaba desde su ventana por noches de risas, sexo y libertad.
No parecía más que una figura de esas que la niebla se lleva, o que por una razón u otra se encuentran inmersa en ella. Estuve a punto de tocar su timbre, pero una vez frente a su portal en la tarde sevillana, sólo me atreví a dar unos tenues e insonoros golpes en su puerta. ¿ Quién era yo para arrastrar a las penumbras del sufrimiento a alguien más? Había crecido, madurado tal vez, y desde aquella mampara parecía hasta feliz…  ese día comprendí que los sueños no se hacen realidad, que las almohadas son malas consejeras, que el amor no espera y que si espera, ya pasó… Aprendí a asumir errores, a no culpar a nadie de mis temores y a coger lo que quiero como quiero.


Vinieron días de secundaria, de hipócritas, falsos amigos y desengaños por platonizar a los mortales. Vinieron tiempos de lucha, de cóncavas ilusiones, y hasta inocentes convicciones. Mi orgullo miedoso me impidió ver lo que tenía enfrente, y en la escoria putrefacta en la que se convirtieron, años más tarde, amigos y compañeros. Sólo por dejarse llevar por soplapollas con graves carencias emocionales y afectivas, sólo por ser en la mediocridad de la aceptación ingrata y dejarse ganar por el temor de no intentar vivir bajo sus propias reglas, por si algún día se equivocaban y les colgaban la corona de espinas de los fracasados. Yo nunca quise mediocridad, aunque si que quise aceptación ingrata. Gracias a Dios no tuve ni lo uno ni lo otro.

Sigo lamentando a día de hoy la suerte ajena de aquellos que se dejaran llevar y me dieran la espalda cobardemente un día. De esos que hoy ríen, piensan y actúan en grupo, porque ya no les queda otra, pero que cuando pasan a mi lado sin más compañía que sus débiles argumentos no hacen más que mantener la cabeza gacha y tragarse la lengua a cada paso, antes de que se las hagan tragar.


Nunca tuve amigos en mi infancia, los desterré a todos, les giré la cabeza al pasar por la acera con el pretexto de que no me gustaba la puerilidad, y era cierto, yo nunca fui un niño del todo. Viví en mis ensoñaciones hasta que un día la veracidad llamó a mi puerta, y por ella empezó a entrar gente, todo tipo gente. De esas que susurran sus profesiones en voz baja, de las que te pican el ojo cuando entre negocios dicen que pasan sus días, de las que de escoria las catalogaría quizás algún sector de la sociedad, de las que, en definitiva, te demuestran que no existen tonalidades absolutas, ni el bien ni el mal, sino situaciones, momentos...
 Me enseñaron, algunos por interacción directa, otros por abstracción propia, que vivir bajo tus propias normas, y en definitiva, ir contra corriente tiene un precio. Un precio muy caro que se empieza pagando con la incomprensión de tu entorno. Y aunque todos tenemos una meta en común, ninguno sigue un camino idéntico.

Los caminos son inescrutables, he hecho muchas cosas malas, cosas que no interesa  decir explícitamente porque no constan, o no interesen que consten precisamente, cosas que me han marcado de por vida y que he tenido que aprender a convivir con ellas. Cosas a las que me he visto obligado a hacer. Pero que indirectamente son un regalo. El resto de la población no ha tenido el regalo de elegir como y cuando vivir, yo sí. Es por ello que mi mayor tesoro es mi camino. Y es que en definitiva puedo decir que he vivido como he querido. Eso no lo puede decir cualquiera…


Otra etapa se le abrió a un taciturno chaval de pocas expectativas de reconciliarse con una entidad humana que nunca le había tendido mano alguna. Etapa que me permitió cambiar de itinerancia, pero con unos resultados a fin de cuentas muy similares. Yo no los necesitaba, ni ellos a mí... Y así se puede decir que convivimos, con una cierta “paz” de cara a la galería pero con un odio interno bilateral. Así que fue como en muchas mesas garabateé “LMMSLD” La misma mierda de siempre en un lugar diferente”

 Conocí el amor con la que resultó ser una vecina a la que nunca había ido a visitar aún viviendo muy cerca, he hablado de ella en alguna ocasión.
Aún recuerdo unos ojos marrones, labios que escondían una lengua tan peligrosa como caprichosa, el tenue zumbido de su nariz al respirar cuando estaba dormida, recuerdo perderme por su tez clara, su olor en la almohada, fumarme su aliento y hasta aún conservo marcas de sus uñas en mi espalda. Mentiría si no dijese que no disfrute de una relación tan enfermiza como fascinante, nunca me dedicó mas de un “hola” fuera de la habitación improvisada de turno, ya fuera la habitación de sus padres o un par de mesas de instituto.

Ella siguió su camino, con sus inclinaciones y sus decisiones, ni si quiera nos despedimos, simplemente un día se marchó y no la volví a ver. No la juzgo.
Yo por mi parte tomé el mío, con caminos sin duda curiosamente paradójicos. Y realmente hice cuanto quise. Decidí vivir sin prejuicios, y sin juzgar a nadie. Me aventuré en memorias de placer, libre e independiente de cualquier mente sentenciosa. De amores que se olvidan con café y de confluencias que me llevaron a encontrarme conmigo mismo y me ayudaron a construirme hasta el día de hoy.
 “El amor nos hace libres, y el placer nos acerca a Dios”


Me bajé de un tren que por unas razones u otras tomó caminos que no sentí como propios, otras razones me llevaron forzado a abandonarlo pero eso es otra historia…


El caso es que, y aunque en un primer momento creyéndolo imposible, el hecho de volver a retomar de nuevo sin escollos lastrados un nuevo camino me hizo conocer a una serie de personas que arrojaron ciertos tintes de reconciliación con un comunidad marchita.
 Gente con nombres y apellidos, de los que están en construcción de si mismos. Y que de forma pausada, y porque no decirlo, muchos de forma no explícita, me fueron haciendo otro regalo con  lecciones justamente en el lugar de las heridas que dejó el pasado sin sanar. Algunas, porque en este caso tienen carácter femenino, me demostraron contra pronóstico que existen flores en la basura, ilesos que aún se pueden salvar en las dictaduras y  manos hasta detrás de las caricaturas.

Recuerdo encontrarme una figura en concreto que me recordaba enormemente a mí hace unos años, Quise ayudarla hasta el punto de atosigarla, cada uno ha de aprender sus propias verdades. “Aunque poseas la verdad, nada te creerás hasta que no te encuentres de cara con ella”
El hecho de ver crecer como persona a alguien contra todo pronóstico, te abofetea (en el buen sentido, ¿Cuándo no es buena una bofetada?), te hace volver a creer en la superación.
 Ella también me enseño muchas cosas con su actitud…

Conocí además, a otra chica, otra gran persona. Y es que si bien no suelo dar ejemplos propios, esta es una ocasión especial. Alguien que tiende una mano a ciegas sin conocerme de nada y sin cribar a las personas por las primeras impresiones vacuas se merece por lo menos mi aplauso.
  Con pensamiento propio además, piensa, racionaliza y vive según sus métodos. No es una marioneta borreguil y suicida. Será más o menos acertado su criterio, es lo de menos. Donde radica la importancia, es que heredará a quién se encuentre una relación de respeto y edificación. Y eso, sin duda, cambia el mundo.


El progreso va de la mano de las mentalidades, si construimos una sociedad con personalidad individual, podremos crear una sociedad colectiva.


Sinceramente no se que me deparará mañana, me preocupa lo justo porque “El futuro llegará en su momento”, pero el presente subordinado que pone cara de perro si se le da la gana se presenta como queramos presentarlo. Se que los ideales se olvidan cuando se trata de poner un plato en la mesa, que remar contra corriente puede terminar por cansar, y que aburguesarse está en el orden del día; hay muchos argumentos para ello, pero los detesto todos . Y me da miedo, sinceramente, abandonar por voluntad propia las ganas de luchar. Me aterra que me coma la desidia.
Son personas con nombres y apellidos las que me han demostrado y me demuestran que los que crecen y maduran son los que mantienen la desidia a ralla. Mientas hayan personas con Nombres y Apellidos habrá una ventana por la que mirar…

Gracias

lunes, 10 de junio de 2013

Hoy A Muerto Un Comediante



Hoy ha muerto un comediante, las inconmensurables palabras de un titán embravecido se han apagado para siempre. Las almas de los que un día fueron dignos enemigos de su persona, hoy le rinden tributo silencioso en la calma enmudecida de una noche que aún terminando, no termina empezar.

Las rosas se cierran temerosas de la ira de cuantos aún hambrientos de soledad, atacan las fauces abiertas de sus semejantes en busca de una horrible migaja roída y podrida que llevarse a la boca. Mis ojos se cierran aletargados en un mar de monotonía fría, de versos vacíos, de palabras vacuas, y de historias finitas…

Un rayo que estremece los corazones de los temerosos hace su aparición, cual personaje secundario que llega de dios sabe donde para salvar la escena, pero esta escena ya no tiene salvación. Hemos muerto para volver a empezar a cometer los mismos errores que un día payasos tristes cometieron en esta ciudad, ciudad que hoy es un circo ambulante.

Hemos llegado al estrellato, felicidades ladrones sin causa.  Porque no tenéis vida, no tendréis muerte, no tenéis nada… Un aplauso comienza a resonar en la lejanía del aparcamiento de al lado, irónicamente, como una risa macabra que nos anuncia la llegada del día siguiente. Pero ya no importa nada, porque el sol ya no sale en esta ciudad marcada con la sangre de los que un día decidieron abandonarla.

Desde mi hotel se oyen los disparos, deben de haber apresado a la dignidad.
 Ya no nos queda nada a ninguno. Ni siquiera a mi, siempre tan perfecto, tan superior, tan vivo… Pues aquí estoy, escribiéndole a una luna de hormigón mientas me plagio unas páginas a mi mismo, para intentar volver a comer y respirar mañana.

Hoy a muerto un comediante y ha nadie parece importarle, todo continuará su paso sin inmutarse lo más mínimo. No se oyen ruidos ni se ven sombras. Porque ya hace tiempo que todo se oscureció tanto que no existen ni lo uno ni lo otro. ¿Donde habrá ido a parar la luz? tan alejada de todos y tan cerca de algunos.

Esta es casa de dementes, hogar de lo que abrazan a la sin razón, y de los que como el comediante que a nadie le importa, susurran sus monólogos en cada esquina. Siendo testigos mudos de la decadencia explícita de una ciudad que ya ni intenta quitarse el fango de encima.

Nos encendemos un puro y vemos pasar el reloj mientras esperamos sin prisas un final dilapidado, hemos malgastado nuestros recursos y ya ni lágrimas nos quedan en los ojos. Más vale ir encendiéndose otro que parece que la espera se alargará. ¿Qué más da si ya conocemos nuestro fin…? No somos más que despojos y polvo que se agolpa en una puerta que jamás se abrirá, y que jamás se halló abierta para nosotros, ni para nadie.

 Las horas del puto reloj pasan juzgando a inocentes y a la escoria por igual, mientras una ciudad marcada por la gonorrea y el olor a mierda se despierta adormilada y perezosa, tratando de encontrar la dignidad corrompida por ellos mismos.

Paso por al lado de ignorantes que confunden alabadas almas muertas en naufragios, con héroes paupérrimos de bar de carretera, ahítos de güisqui barato mientras se fuman penas, glorias y agonías, en forma de puros, pollas y cigarrillos por igual.


Un día me contaron el secreto efímero de esta ciudad, y como tantos otros aquí decidí tomármelo como una broma pesada, un chiste que no acaba de terminar, pero que hoy toca su fin. Y mientras, paseo por las calles observando con una sonrisa macabra dibujada en la boca, los horrores ambulantes que se agolpan sin complejos por una ciudad que hoy no existe.
 No podemos esperar nuestro fin eternamente.

Hoy ha muerto un comediante…

Más Allá De Hoy



Si está con él es porque busca indirectamente a su madre; su madre claudica su autoestima, la frustra, le hace pensar que es inferior a lo que realmente es.
 Haciéndole feliz a él es como si estuviese complaciendo a su madre, por eso tiene esa necesidad tan imperiosa y tan enfermiza de ser sumisa y complacerlo.
No le importa salir perdiendo o sacrificarse porque busca el reconocimiento insatisfecho de la figura materna en él.
 Nunca conoció a su padre realmente, y no tiene gran relación con él precisamente. Es por ello que su madre es la única, primera y por ende primordial referencia que siempre ha poseído. La única manera de satisfacer su apetito pueril de reconocimiento es su madre. Como nunca fue satisfecho lo arrastra hasta edades más tardías.

 El resto del mundo la tiene en un pedestal, pero eso a ella no la complace. Ella necesita de la aprobación de quienes la ignoran o en cierto modo la tratan con tintes de desapego. Porque son estos, su madre en movimiento.

Su pareja es el máximo exponente de este desapego. El hecho de que cada vez que ella da y da mientras él no la corresponde con lo más mínimo, y de repente es sobre correspondida por un momento la ata completamente, le produce una pseudofelicidad que consigue aplacar, encubriendo, sus ansias de reconocimiento materno.
 Es como una adicta, ha caído en un juego peligroso y enfermizo que la engrilleta cada día a la figura de su madre reflejada en él.
Complaciéndolo a él y recibiendo su aprecio es como si recibiese el amor y la aprobación materna.
Me recordaba a mí.

 Yo sólo quise devolverle la autoestima que nunca tuvo a bien recoger, pero que se que tiene. Quise hacerla libre. No porque quisiese beneficiarme de la situación, para nada, simplemente quería hacerla libre.
A veces alguien puede estar dispuesto a darnos el mundo entero, pero basta con que otro nos dé un ápice para que este ápice viniendo de según quién valga más que cualquier otra cosa. Quise que decidiera por si misma.
 Y no conseguirlo me mata…

La integridad de muy pocas personas ha sido en contadas ocasiones mecedora de mi interés. Su integridad ha sido la única capaz de sobreponerse a planos inquebrantables. Me ha afectado personalmente, me ha hecho cuestionarme mi estilo de vida, me ha mostrado todo lo que me he perdido y me pierdo, no me deja respirar, se me clava, lo gritan mis ojos y mi boca con hipocresía típica de la razón, lo calla…


 [...]


Dicen que soy un cabrón, y quizás lo sea. Dicen que utilizo a la gente, que los exprimo hasta que no pueden dar más, que los analizo desde fuera, que los etiqueto, que los clavo, que los encuadro en un personaje monocromático aún conociendo su naturaleza compleja.
Que como buen escritor vendo ilusiones efímeras, como cometas de humo, que no son más que palabras que buscan el beneficio propio, que a veces pasan por el bienestar ajeno pero que nunca dejan de hacer una parada en la puerta del mío.

Eso pueden decir, y en ciertos aspectos no les falta razón. Pero basta con abrir el objetivo de la lente con la que se mire para darse cuenta de que todo tiene un trasfondo,  nadie se comporta así porque sí, lo malo al final resulta que no es tan malo, porque simplemente son maneras de actuar ante situaciones que nos llevan a ello. Y no le hago daño gratuito a nadie.

Puede que a veces haya sido un cabrón y lo reconozco, soy vengativo y con ascendencia paranoica, y eso me ha traído más de un quebradero de cabeza. Me ha ido reconcomiendo por dentro, aunque no obstante he ido desterrando los males que un día cual al modo de Pandora me ose a desatar. Al menos lo he intentado, y hasta en algunos aspectos lo he conseguido.
 Sin embargo se que algunas marcas me acompañarán de por vida, y me alegro, recordándome lo que un día hice o deje de hacer… He tenido que aprender a convivir con ellas, y hoy son mis amigas.

Puedo hacer de instantes odiseas, y de auténticas odiseas un único instante contenido en el vacío, infinito, pero exacto y raudo.

 Soy un caradura y un soñador, tengo alas que vuelan poco y sueños que no aterrizan. Tengo secretos los cuales parecen que no hay silencio que sean dignos de contenerlos. Pero los contienen, que es lo importante. Y me duelen, y batallan con cada día, y batallo con cada día, y mueren cada día, y comienzo soñando y termino en el insomnio…

Tengo voluntades como castillos, y jamás he pronunciado un “No puedo”. He elegido la vida que quiero llevar mucho más allá de lo que podríais pensar. Y me alegro de haber elegido lo que he elegido, y quiero, de verdad, creerlo.
Porque aunque creo que he obrado bien, también guardo las ascuas de un error de elección, y las intento apagar, y a veces consigo apagarlas con tan solo mirarme al espejo, y a veces prenden a otras y me da miedo. Y me clavan dudas, pequeñas, pero que en cualquier instante pueden tomar formas reales.
Y vuelvo a sentir miedo, y las apago. Porque creo que dentro de lo que podía haber elegido he elegido lo mejor…

“¿Y que hubiese pasado si hubiese tenido plenitud de elección?” Y la respuesta me golpea… porque voltearía mi espacio. Pero no, una segunda respuesta cuando llego a la plenitud de mis facultades se aparca expresando llanamente las que creo respuestas verdaderas. “He elegido bien, elegiría lo que he elegido”

Me gusta complicarme los pasos con exquisita inexactitud, me gusta andar por caminos que ayer no estaban abiertos, me gustan las historias que crean mundos, pero llegados a un punto me gusta y me gustaría vivir en este. Me gusta la gente con personalidad, me gusta el carácter personal, me gusta la madurez, me gusta hoy aún más que ayer.

Adoro equivocarme, porque no considero nada como una equivocación. Creo en la experiencia del mismo modo que en la relativización  del entorno. Amo y quiero amar mi vida. Y amo lo que soy, y que lo puedo llegar a ser, incluyendo a mi ser como persona y al entorno que puedo dar lugar. Adoro el arte en todas sus facetas y desprecio la corrupción de sus formas en la comercialización.

Me mata tener que callarme una genialidad, ya sea porque la creo obvia y al final no lo es tanto para otros, porque no es el momento, porque no son las formas…


 Llevo encima melodías que hablan de lo prohibido para algunos, soy capaz de cambiar todo un mundo con unos compases. Y nadie me entiende cuando hablo, y nadie me entiende cuando escribo. Y ansío el día en el que alguien entienda algo. Aunque entiendo que no me entendáis. Si yo mismo llevo tiempo intentando entenderme, y hasta hoy a veces me sorprendo…

Mis palabras se suelen perder en la almohada, en el viento marchito, en los días, en los sueños que no son pero que patéticamente son sin serlo, en espejos cóncavos, en puertas que se abren solas por si quieres entrar.

 Tengo miedo a lo que puede ser y pavor a lo que puede dejar de ser, y aunque en algunas ocasiones lo exprese, no dejo que condicione más de lo estrictamente necesario  a mis acciones.

Dicen que soy triste cuando escribo, que mis palabras no son más que mis grilletes plasmados. Y no andan equivocados. ¿Sabéis qué? Que amo mis grilletes porque de ellos saco lo de siempre improvisado.
 “Ser feliz puede que no sea estar libre, no hay que perderse del matiz que da lo incierto, ser feliz es también odiar un par de veces” Si algún día consigo serlo será porque he conocido a su hermano el dolor. De verdad que amo con toda mi alma al dolor y todo lo que me ha enseñando en forma de regalo, pero eso no significa que no quiera desecharlo… Cuestión de supervivencia supongo.
El equilibrio no ha de verse roto en demasía porque tanto para un lado como para otro causa auténticos estragos.

“Lloraba porque no tenía zapatos hasta que vi a un niño sin pies” Temo caer en la crítica vacía, y es por ello que me gusta pararme a reflexionar en cualquier esquina, pero mi esquina favorita está en una buena compañía. Aprecio muchísimo un buen silencio, pero sin haber tenido compañía el silencio se corrompe.

Puede que en más de una ocasión barra para casa, pero os aseguro que no hay un comunista mayor que yo. No dejo de beneficiar a quién se lo merece y no hay nadie que  sea tan generoso con quién quiero atesorar, no dejo de dar segundas oportunidades y hasta terceras, aunque no sean buenas para mí.

 Mi mayor sueño pasa por el conocimiento; conocer y que los demás conozcan, el equilibrio de las partes, la libertad y el respeto. En definitiva una utopía, aunque no creo en las utopías, porque son quimeras, porque la naturaleza corrupta de la sociedad las convierte en dictaduras…

Me suele exasperar la sociedad, y he perdido casi toda la esperanza en sus individuos, son personas como la que abre este relato o como las que un día inesperadamente me dan una lección, las que me devuelven la fe en el ser humano.

Creo que la única manera de actuar es actuar, improvisar a veces es la mejor manera de vivir y la única que demuestra la valía personal de cada quién. No dejo que nadie me diga lo que soy, se lo soy y lo que quiero ser…


Porque al final, más allá de lo que pueda decir hoy, lo único que busco es algo que no tengo y que sería la solución a todo.
  Y estaría dispuesto a transgredir todos los males que hiciesen falta, que por otro lado se disiparían con una mera presencia que no es otra cosa si no “Tu beso en las mañanas y un café”, mientras eso no me faltase ya me ocuparía yo de que absolutamente todo estuviese bien…