03:21 de la mañana. En ese mismo instante un proletario del
mar arruga los ojos para que no entre la luz inexistente de una atmósfera que
no llegará. 03:21 de la mañana, sin más ruido que el zumbido de una farola que
con su ámbar claridad baña una calle que conspira silenciosa tratos ilegales.
03:21 de la mañana… y se levanta taciturno. Casi monótono, como el sol que aún
no ha salido. Se mira al espejo y reconoce en él la figura del fracaso, siempre
tan emprendedor, tan robusto y fuerte, tan decidido, tan único, siempre por
encima de los demás, y sin embargo míralo. Doblegado a vivir una vida sin vida,
en un estado de espera que espera la espera de una espera que espera por
llegar… A estas alturas sabemos que no llegará, porque él así lo ha querido.
Mantuvo tantas opciones abiertas que ya las puertas, arrobinadas no se abrirán.
03:22 de la mañana y
abre la puerta de su piso para ir a trabajar, hoy no es más que un día más…
En ese mismo instante; una madre que se levanta desvelada
encomienda a Dios la vida de sus hijos, vidas que no alcanza a entender.
Un marido duerme aguardando entrar horas después a su puesto
de trabajo, mientras el fantasma de la cobardía acecha.
Una niña se mira al espejo y ya no se reconoce…
Una dulce esposa dice “Te quiero” mientas su marido se corre
en la boca de una mujer que no conoce…
Enfundado en traje
impoluto sastre de Chanel, con maletín en mano, cara inexpresiva y planos va
Manuel. Son las 08:00 de la mañana, pero el sol hoy irradia un calor especial,
como de buen augurio… Sin saber muy bien hacia donde va se dirige raudo hacia
un edificio de su propia construcción. Al pasar y sin darse cuenta bota
accidentalmente un cubo con lo que parece ser cemento. Los refunfuños de un
obrero treintañero no parecen atañerle. Vacila un momento, y se disculpa
educadamente pero sin dejar de prestar atención a sus asuntos…
Las puertas se abren
ante él. Sonrisa hipócrita de condescendencia hacia unos empleados a los que
considera inferiores, mientras les da los buenos días. Se dispone a subir a su
despacho, en lo alto, acorde con su clase, tunacia por doquier se mire por
donde se mire.
El ascensor está
estropeado hoy, hay unos operarios trabajando en él. Tendrá que subir a pié por
las escaleras.
Un tanto cansado abre
la puerta de la pretenciosa habitación que es su despacho, se sienta
resoplando. Abre los planos de lo que será inminentemente su próxima obra, la
cúspide de su carrera, un día su padre le dijo “Tú harás algo grande”, hoy
sabía que ese día ya había llegado, los verdes en su cartera y un marco de
plata en su mesa lo corroboraban.
En ese momento suena
el teléfono, contesta su secretaria… En dos minutos la conversación ha acabado.
El reporte no se hace esperar; era su esposa había sufrido un pequeño accidente
mientras se disponía a coger el coche, nada importante, ella ni si quiera tenía
un rasguño dijo…sólo un susto.
Titubea por un
instante si volver a casa para comprobar que efectivamente no era nada, pero
otra segunda llamada no se hace esperar, socios que se interesan por sus servicios,
un imperio no se levanta sólo… debe de atender sus obligaciones.
La reunión marcha
según lo esperado; presentaciones, alguna pequeña ocurrencia que rompe el
hielo, su talento heredado para los grandes negocios y una copa en la mano
hacen el resto. Todos los grandes tratos se hacen con una copa en la mano…
Son 07:13:00, hoy ha
sido un gran día, ha cerrado un negocio que le reportará muchos beneficios en
forma de dividendos. Manuel con la cabeza alta se dirige al andén número 2 del
metro decidido a volver a casa para ver por fin a su familia, en la puerta del
vagón se cruza con un chaval que le cede el paso con cara cansada pero afable.
Manuel agradece el gesto esbozando una sonrisa y finalmente se sube al metro,
se sienta al lado de un chaval sudoroso, mientras las puertas tras de si se
cierran.
A Tomás lo despiertan
los llantos de su hijo, aunque exhausto psicológicamente por una vida sin vida,
Tomás se levanta con ansias de lucha. Son las 06:05 y Manuel se despide
saliendo por la puerta vestido con ropa manchada con gotas de pintura, yeso y
sacrificios por igual.
Sus compañeros lo
esperan con la furgoneta arrancada por fuera de su casa, todos proletarios,
todos portando una historia y una guerra… Hoy toca arreglar una fachada. Ya no
quedan de esas obras grandes de las que había antes, de esas que prometían oro
a cambio de piedras, esos días habían muerto, y ya no volverían.
Se instalan cerca del
edificio que había que reformar, hoy Tomás no debería estar aquí, pero cubre
una baja. Es el nuevo aunque todos lo hacen sentir como uno más…
Son cerca de las ocho de la mañana y el sol empieza a
despuntar, si hace demasiado calor hoy será un día duro.
Sólo han pasado un par de horas y ya son presas del sudor.
Tomás se baja del andamio para preparar la mezcla, vertida
en un cubo se dispone a transportarla hasta arriba de nuevo, se da la vuelta
para guardar el resto de materiales y de pronto un “pingüino” de esos con
traje, absorto en su pedantería no advierte el cubo, pateándolo y desparramando
toda la mezcla por supuesto. - “¡Joder!, ¿no puedes mirar por donde coño
caminas?”- El ejecutivo no parece
ponerle atención, aún así manifiesta una disculpa apresurada y marcha raudo. -
“No, si encima le da igual”- Dice en voz alta Tomás mientras el ejecutivo ya se
había alejado.
Ya habían perdido
todo un saco de cemento, y con los restantes no les alcanzaba para terminar la
obra. No quedaba otra que ir a comprar más…
A Tomás, por
extranjero en la empresa, le tocó coger el coche y volver con un par de sacos
más. De mala gana y maldiciendo al trajeado aquel Tomás se dirigió a la
ferretería más cercana.
Aprovisionado de los materiales, Tomás arranca el contacto
de la furgoneta cuando súbitamente aparece un coche por la esquina de la calle,
y se dirige directamente hacia una mujer; de unos cuarenta y pocos, bien
llevados, se notaba una condición social privilegiada a la legua… Sin pensarlo
tan sólo Tomás sale del coche, y con un gesto ágil aparta a la mujer como
puede. No puede impedir que el coche, desbocado, la roce un tanto ni mucho
menos el impacto de este contra el crosover de la opulenta mujer, que queda
seriamente dañado.
Después de la impresión del momento la mujer, agradecida se
funde en un abrazo con Tomás mientras le da las gracias. El conductor negligente
sale del vehículo maldiciendo, sin embargo, al empezar a oír gentío arranca de
nuevo su coche y se da a la fuga.
Los equipos médicos y
la policía no tardan en llegar. Tras prestar declaración y asegurarse de la integridad de la mujer, que
parece hacer ademanes de quejarse de su brazo mientras habla por teléfono,
Tomás abandona el lugar, ya no pinta nada allí. Además tiene mucho que hacer y ha
perdido mucho tiempo…
Cuando Tomás llega a la obra todos casi han terminado su
cometido, él no ha hecho más que empezar…
Son las 06:00 de la tarde y Tomás aún no ha terminado, sus
compañeros ya han finalizado su tarea, quieren volver a casa, Tomás alega que
cogerá el metro, que no esperen por él.
Son las 07:10 y Tomás saca un billete en la máquina del andén,
hoy a sido un día de locos, sólo desea llegar a casa y descansar. En ese
momento… - ¿Mira quién viene por ahí? El ejecutivo de esta mañana…”- se dice a
si mismo. Tomás lo deja pasar cuando el metro se detiene abriendo sus puertas
con cierto toque irónico como diciendo – “¿No te acuerdas de mi?”- El ejecutivo
no hace más que sonreír idiotamente. Tomás no quiere líos a estas alturas del
día, entra tras él y se sienta lo más alejadamente posible.
El reloj anuncia las 07:13 y Tomás por fin puede volver a casa.
Marta se levantó a las 07:00 de la mañana, poco después de
que lo hiciera su marido, alegó que no podía dormir y que tenía que llevar a su
hijo al colegio. Hoy estaba especialmente radiante, hoy era un día especial…
Nada relevante en casa sin embargo, preparó a su hijo, con él a quién armado
con libro de texto se dispuso a llevar al colegio se montó en su nuevo coche,
capricho de mujer encerrada en un matrimonio de conveniencia.
Deja a su hijo en frente del edificio suntuoso que es su
colegio. Acto seguido Marta se dispone a realizar su placentera empresa. Se
desplaza hasta un barrio trabajador, donde no sólo ella desentona con el
ambiente si no su esplendido y flamante coche pagado por su maridito el
arquitecto.
Llega hasta un bajo
modesto, de clase media, donde la espera un pícaro joven sin camisa y sudoroso,
ambos sonríen cómplices. Y la puerta se cierra… Para que describir lo que
hicieron en el sofá por no llegar ni a la cama, para qué describir los besos
repartidos por los espacios que dejan los encuentros furtivos y la pasión.
Basta con resumir que le beso hasta la sombra…
Efusivamente y tras
un buen rato de lujuria se despiden en la puerta de una calle desierta.
Son las 09:00 y Marta
dobla la esquina, se dirige a su vehículo aparcado en frente, de camino fija la
vista en un pequeño comercio que parece ser una ferretería o droguería, no le
queda muy claro, en parte porque tiene falta de vista, que no corrige con unas
gafas por no perder atractivo.
Gira la cabeza y
mientras buscaba en el bolso las llaves una mano robusta la empuja hacia atrás.
Un espejo retrovisor de un coche color azul eléctrico impacta ligeramente
contra su brazo izquierdo. Marta no termina de procesar lo ocurrido cuando
lateralmente el coche azul impacta lateralmente contra su Crosover.
La pudiente mujer se gira, tratando de reordenar lo ocurrido
y ve la cara de un tenso muchacho con ciertos rasgos juveniles, de los que se
niegan a expirar aunque hayan pasado algunos años. A Marta no se le ocurre otra
cosa que abrazarlo mientras llora y le da las gracias. El muchacho parece
agitado y no es para menos…
Llegan los servicios
de emergencia, Marta es atendida y le aconsejan que visite un hospital para
estudiar posibles lesiones.
Marta acepta no sin antes llamar a su marido, contesta su
secretaria, - “Qué típico”- piensa para si, le explica lo ocurrido e informa
que irá al hospital pero está bien, sólo ha sido – “Un susto”-.
Cuelga y busca al
muchacho a quién le debe la vida, ni si quiera sabe su nombre, no lo encuentra
por ninguna parte… En ese momento un ATS le indica que la llevarán al hospital,
ella acepta pero le sabe a mal no haberse despedido.
Horas de espera y
pruebas fueron las que llegaron después, esto no era desde luego la clase de
sanidad a la que estaba acostumbrada, pero tras examinar los resultados un
soñoliento médico le dijo que no tenía nada de lo que preocuparse, sólo tenía
una contusión que no parecía grave.
Tras recibir el alta
quiso llamar a su marido, la batería descargada de su Blackberry no pensaba lo
mismo. Ya se encontrarían en casa pensó…
Eran las 07:09 cuando
Marta subió una de las primeras al vagón inicial del metro que tuvo que coger
porque no tenía como volver, no le gustaba mezclarse con la gente que solía
salir de trabajar a esta hora así que se sentó lo más alejada del gentío que
pudo, sólo había un par de hombres extranjeros, y otras dos mujeres en aquel
vagón.
A las 07:13 arranca el metro en su viaje monótono. A las
07:13…
Las 07:00 Santiago; estudiante de segundo de Bachillerato,
un chico tranquilo de barrio, clase media, hijo de familia numerosa se levanta
junto a su hermano. No era un mal chico pero le gustaba jugar a serlo. Le
gustaba salir de fiesta y le gustaba coquetear con las sustancias que no son
debidas a espaldas de los que lo apreciaban.
Aquella mañana de
Jueves, decidieron él y su hermano divertirse un poco saltándose las clases
mientras narcotizaban un tanto el cerebro. Eran las 07:30 cuando empezaron su
fiesta particular. Y las 08:30 cuando Santiago, propuso, alegremente coger el
coche familiar para dar – “Una vuelta”- Dijo.
Adrían, su hermano
desistió la invitación. Pero Santiago no desistió en su empeño, él quería coger
el coche…
Era las 08:59 cuando
al volante se encontraba un mermado Santiago que tras cruzar una esquina con
poca visibilidad impacto contra un coche, no a una velocidad descomunal, pero
si lo suficiente como para haber matado a alguien y por supuesto para provocar
serios daños materiales. Asustado, salió del vehículo haciendo eses, pero el
ruido y el gentío que se empezaba a acumular le hicieron pensar que lo mejor
era darse a la fuga en un coche que en cualquier momento fallaría a causa del
golpe…
Asustado llamó a una inocente, Violeta, su novia, que lo
acogió secretamente en su casa tras abandonar el coche en un descampado por
miedo a que lo terminaran localizando.
Llegada la tarde,
como a las siete decidió que tenía que volver a casa, no sabía que haría
exactamente pero algo debía hacer…
Llego a la estación y entró como unos más que entra con la multitud.
Así que allí estaba, a las 07:12 sentado al lado de un tipo trajeado que
parecía un estirado. El metro dio un pitido, cerró las puertas y el reloj dio
las 07:13.
Mohamed se despidió de su mujer y 3 hijas, semblante serio,
y con una lagrima en la mejilla.
Sabía que era lo que
tenía que hacer, era su destino, era su momento. Esbozó una mueca disfrazada de
sonrisa y suplicó en silencio la protección de los suyos. Una última mirada y
un beso a su mujer...
Eran las 07:00 de la
tarde y Mohamed pesaba hoy 12 kilos más de lo que ayer… Bajó hasta la estación y
cuando fueron las 07:08 sacó un billete.
Se aproximó al andén
con paso firme. Las 07:09, estaba sentado en el vagón inicial, frente a una
atractiva aunque algo entrada en edad mujer que parecía no querer tocar a
nadie, ni que la tocasen. Las 07:13, Mohamed se levantó del asiento, se despoja
de su abrigo y deja salir a la luz una rista de cinturones enrollados con lo
que parecían tubos que le recorren todo el torso.
Gritos, y caras de desesperación se adueñaron del espacio en
un segundo. En ese preciso momento, a las 07:13:22 murmurando una oración,
Mohamed apretó un botón…