viernes, 19 de julio de 2013

Figuras En La Ciudad



03:21 de la mañana. En ese mismo instante un proletario del mar arruga los ojos para que no entre la luz inexistente de una atmósfera que no llegará. 03:21 de la mañana, sin más ruido que el zumbido de una farola que con su ámbar claridad baña una calle que conspira silenciosa tratos ilegales. 03:21 de la mañana… y se levanta taciturno. Casi monótono, como el sol que aún no ha salido. Se mira al espejo y reconoce en él la figura del fracaso, siempre tan emprendedor, tan robusto y fuerte, tan decidido, tan único, siempre por encima de los demás, y sin embargo míralo. Doblegado a vivir una vida sin vida, en un estado de espera que espera la espera de una espera que espera por llegar… A estas alturas sabemos que no llegará, porque él así lo ha querido. Mantuvo tantas opciones abiertas que ya las puertas, arrobinadas no se abrirán.

 03:22 de la mañana y abre la puerta de su piso para ir a trabajar, hoy no es más que un día más…
En ese mismo instante; una madre que se levanta desvelada encomienda a Dios la vida de sus hijos, vidas que no alcanza a entender.
Un marido duerme aguardando entrar horas después a su puesto de trabajo, mientras el fantasma de la cobardía acecha.
Una niña se mira al espejo y ya no se reconoce…
Una dulce esposa dice “Te quiero” mientas su marido se corre en la boca de una mujer que no conoce…



 Enfundado en traje impoluto sastre de Chanel, con maletín en mano, cara inexpresiva y planos va Manuel. Son las 08:00 de la mañana, pero el sol hoy irradia un calor especial, como de buen augurio… Sin saber muy bien hacia donde va se dirige raudo hacia un edificio de su propia construcción. Al pasar y sin darse cuenta bota accidentalmente un cubo con lo que parece ser cemento. Los refunfuños de un obrero treintañero no parecen atañerle. Vacila un momento, y se disculpa educadamente pero sin dejar de prestar atención a sus asuntos…
 Las puertas se abren ante él. Sonrisa hipócrita de condescendencia hacia unos empleados a los que considera inferiores, mientras les da los buenos días. Se dispone a subir a su despacho, en lo alto, acorde con su clase, tunacia por doquier se mire por donde se mire.

 El ascensor está estropeado hoy, hay unos operarios trabajando en él. Tendrá que subir a pié por las escaleras.
 Un tanto cansado abre la puerta de la pretenciosa habitación que es su despacho, se sienta resoplando. Abre los planos de lo que será inminentemente su próxima obra, la cúspide de su carrera, un día su padre le dijo “Tú harás algo grande”, hoy sabía que ese día ya había llegado, los verdes en su cartera y un marco de plata en su mesa lo corroboraban.
 En ese momento suena el teléfono, contesta su secretaria… En dos minutos la conversación ha acabado. El reporte no se hace esperar; era su esposa había sufrido un pequeño accidente mientras se disponía a coger el coche, nada importante, ella ni si quiera tenía un rasguño dijo…sólo un susto.
 Titubea por un instante si volver a casa para comprobar que efectivamente no era nada, pero otra segunda llamada no se hace esperar, socios que se interesan por sus servicios, un imperio no se levanta sólo… debe de atender sus obligaciones.
 La reunión marcha según lo esperado; presentaciones, alguna pequeña ocurrencia que rompe el hielo, su talento heredado para los grandes negocios y una copa en la mano hacen el resto. Todos los grandes tratos se hacen con una copa en la mano…

 Son 07:13:00, hoy ha sido un gran día, ha cerrado un negocio que le reportará muchos beneficios en forma de dividendos. Manuel con la cabeza alta se dirige al andén número 2 del metro decidido a volver a casa para ver por fin a su familia, en la puerta del vagón se cruza con un chaval que le cede el paso con cara cansada pero afable. Manuel agradece el gesto esbozando una sonrisa y finalmente se sube al metro, se sienta al lado de un chaval sudoroso, mientras las puertas tras de si se cierran.




 A Tomás lo despiertan los llantos de su hijo, aunque exhausto psicológicamente por una vida sin vida, Tomás se levanta con ansias de lucha. Son las 06:05 y Manuel se despide saliendo por la puerta vestido con ropa manchada con gotas de pintura, yeso y sacrificios por igual.
 Sus compañeros lo esperan con la furgoneta arrancada por fuera de su casa, todos proletarios, todos portando una historia y una guerra… Hoy toca arreglar una fachada. Ya no quedan de esas obras grandes de las que había antes, de esas que prometían oro a cambio de piedras, esos días habían muerto, y ya no volverían.

 Se instalan cerca del edificio que había que reformar, hoy Tomás no debería estar aquí, pero cubre una baja. Es el nuevo aunque todos lo hacen sentir como uno más…
Son cerca de las ocho de la mañana y el sol empieza a despuntar, si hace demasiado calor hoy será un día duro.
Sólo han pasado un par de horas y ya son presas del sudor.

Tomás se baja del andamio para preparar la mezcla, vertida en un cubo se dispone a transportarla hasta arriba de nuevo, se da la vuelta para guardar el resto de materiales y de pronto un “pingüino” de esos con traje, absorto en su pedantería no advierte el cubo, pateándolo y desparramando toda la mezcla por supuesto. - “¡Joder!, ¿no puedes mirar por donde coño caminas?”-  El ejecutivo no parece ponerle atención, aún así manifiesta una disculpa apresurada y marcha raudo. - “No, si encima le da igual”- Dice en voz alta Tomás mientras el ejecutivo ya se había alejado.
 Ya habían perdido todo un saco de cemento, y con los restantes no les alcanzaba para terminar la obra. No quedaba otra que ir a comprar más…
 A Tomás, por extranjero en la empresa, le tocó coger el coche y volver con un par de sacos más. De mala gana y maldiciendo al trajeado aquel Tomás se dirigió a la ferretería más cercana.

Aprovisionado de los materiales, Tomás arranca el contacto de la furgoneta cuando súbitamente aparece un coche por la esquina de la calle, y se dirige directamente hacia una mujer; de unos cuarenta y pocos, bien llevados, se notaba una condición social privilegiada a la legua… Sin pensarlo tan sólo Tomás sale del coche, y con un gesto ágil aparta a la mujer como puede. No puede impedir que el coche, desbocado, la roce un tanto ni mucho menos el impacto de este contra el crosover de la opulenta mujer, que queda seriamente dañado.

Después de la impresión del momento la mujer, agradecida se funde en un abrazo con Tomás mientras le da las gracias. El conductor negligente sale del vehículo maldiciendo, sin embargo, al empezar a oír gentío arranca de nuevo su coche y se da a la fuga.
 Los equipos médicos y la policía no tardan en llegar. Tras prestar declaración y  asegurarse de la integridad de la mujer, que parece hacer ademanes de quejarse de su brazo mientras habla por teléfono, Tomás abandona el lugar, ya no pinta nada allí. Además tiene mucho que hacer y ha perdido mucho tiempo…

Cuando Tomás llega a la obra todos casi han terminado su cometido, él no ha hecho más que empezar…
Son las 06:00 de la tarde y Tomás aún no ha terminado, sus compañeros ya han finalizado su tarea, quieren volver a casa, Tomás alega que cogerá el metro, que no esperen por él.
Son las 07:10 y Tomás saca un billete en la máquina del andén, hoy a sido un día de locos, sólo desea llegar a casa y descansar. En ese momento… - ¿Mira quién viene por ahí? El ejecutivo de esta mañana…”- se dice a si mismo. Tomás lo deja pasar cuando el metro se detiene abriendo sus puertas con cierto toque irónico como diciendo – “¿No te acuerdas de mi?”- El ejecutivo no hace más que sonreír idiotamente. Tomás no quiere líos a estas alturas del día, entra tras él y se sienta lo más alejadamente posible.
El reloj anuncia las 07:13 y Tomás por fin puede volver a casa.




Marta se levantó a las 07:00 de la mañana, poco después de que lo hiciera su marido, alegó que no podía dormir y que tenía que llevar a su hijo al colegio. Hoy estaba especialmente radiante, hoy era un día especial… Nada relevante en casa sin embargo, preparó a su hijo, con él a quién armado con libro de texto se dispuso a llevar al colegio se montó en su nuevo coche, capricho de mujer encerrada en un matrimonio de conveniencia.

Deja a su hijo en frente del edificio suntuoso que es su colegio. Acto seguido Marta se dispone a realizar su placentera empresa. Se desplaza hasta un barrio trabajador, donde no sólo ella desentona con el ambiente si no su esplendido y flamante coche pagado por su maridito el arquitecto.
 Llega hasta un bajo modesto, de clase media, donde la espera un pícaro joven sin camisa y sudoroso, ambos sonríen cómplices. Y la puerta se cierra… Para que describir lo que hicieron en el sofá por no llegar ni a la cama, para qué describir los besos repartidos por los espacios que dejan los encuentros furtivos y la pasión. Basta con resumir que le beso hasta la sombra…
 Efusivamente y tras un buen rato de lujuria se despiden en la puerta de una calle desierta.

 Son las 09:00 y Marta dobla la esquina, se dirige a su vehículo aparcado en frente, de camino fija la vista en un pequeño comercio que parece ser una ferretería o droguería, no le queda muy claro, en parte porque tiene falta de vista, que no corrige con unas gafas por no perder atractivo.
 Gira la cabeza y mientras buscaba en el bolso las llaves una mano robusta la empuja hacia atrás. Un espejo retrovisor de un coche color azul eléctrico impacta ligeramente contra su brazo izquierdo. Marta no termina de procesar lo ocurrido cuando lateralmente el coche azul impacta lateralmente contra su Crosover.
La pudiente mujer se gira, tratando de reordenar lo ocurrido y ve la cara de un tenso muchacho con ciertos rasgos juveniles, de los que se niegan a expirar aunque hayan pasado algunos años. A Marta no se le ocurre otra cosa que abrazarlo mientras llora y le da las gracias. El muchacho parece agitado y no es para menos…
 Llegan los servicios de emergencia, Marta es atendida y le aconsejan que visite un hospital para estudiar posibles lesiones.
Marta acepta no sin antes llamar a su marido, contesta su secretaria, - “Qué típico”- piensa para si, le explica lo ocurrido e informa que irá al hospital pero está bien, sólo ha sido – “Un susto”-.
 Cuelga y busca al muchacho a quién le debe la vida, ni si quiera sabe su nombre, no lo encuentra por ninguna parte… En ese momento un ATS le indica que la llevarán al hospital, ella acepta pero le sabe a mal no haberse despedido.

 Horas de espera y pruebas fueron las que llegaron después, esto no era desde luego la clase de sanidad a la que estaba acostumbrada, pero tras examinar los resultados un soñoliento médico le dijo que no tenía nada de lo que preocuparse, sólo tenía una contusión que no parecía grave.
 Tras recibir el alta quiso llamar a su marido, la batería descargada de su Blackberry no pensaba lo mismo. Ya se encontrarían en casa pensó…
 Eran las 07:09 cuando Marta subió una de las primeras al vagón inicial del metro que tuvo que coger porque no tenía como volver, no le gustaba mezclarse con la gente que solía salir de trabajar a esta hora así que se sentó lo más alejada del gentío que pudo, sólo había un par de hombres extranjeros, y otras dos mujeres en aquel vagón.
A las 07:13 arranca el metro en su viaje monótono. A las 07:13…




Las 07:00 Santiago; estudiante de segundo de Bachillerato, un chico tranquilo de barrio, clase media, hijo de familia numerosa se levanta junto a su hermano. No era un mal chico pero le gustaba jugar a serlo. Le gustaba salir de fiesta y le gustaba coquetear con las sustancias que no son debidas a espaldas de los que lo apreciaban.

 Aquella mañana de Jueves, decidieron él y su hermano divertirse un poco saltándose las clases mientras narcotizaban un tanto el cerebro. Eran las 07:30 cuando empezaron su fiesta particular. Y las 08:30 cuando Santiago, propuso, alegremente coger el coche familiar para dar – “Una vuelta”- Dijo.
 Adrían, su hermano desistió la invitación. Pero Santiago no desistió en su empeño, él quería coger el coche…

 Era las 08:59 cuando al volante se encontraba un mermado Santiago que tras cruzar una esquina con poca visibilidad impacto contra un coche, no a una velocidad descomunal, pero si lo suficiente como para haber matado a alguien y por supuesto para provocar serios daños materiales. Asustado, salió del vehículo haciendo eses, pero el ruido y el gentío que se empezaba a acumular le hicieron pensar que lo mejor era darse a la fuga en un coche que en cualquier momento fallaría a causa del golpe…

Asustado llamó a una inocente, Violeta, su novia, que lo acogió secretamente en su casa tras abandonar el coche en un descampado por miedo a que lo terminaran localizando.

 Llegada la tarde, como a las siete decidió que tenía que volver a casa, no sabía que haría exactamente pero algo debía hacer…
Llego a la estación y entró como unos más que entra con la multitud. Así que allí estaba, a las 07:12 sentado al lado de un tipo trajeado que parecía un estirado. El metro dio un pitido, cerró las puertas y el reloj dio las 07:13.




Mohamed se despidió de su mujer y 3 hijas, semblante serio, y con una lagrima en la mejilla.
 Sabía que era lo que tenía que hacer, era su destino, era su momento. Esbozó una mueca disfrazada de sonrisa y suplicó en silencio la protección de los suyos. Una última mirada y un beso a su mujer...
 Eran las 07:00 de la tarde y Mohamed pesaba hoy 12 kilos más de lo que ayer… Bajó hasta la estación y cuando fueron las 07:08 sacó un billete.
 Se aproximó al andén con paso firme. Las 07:09, estaba sentado en el vagón inicial, frente a una atractiva aunque algo entrada en edad mujer que parecía no querer tocar a nadie, ni que la tocasen. Las 07:13, Mohamed se levantó del asiento, se despoja de su abrigo y deja salir a la luz una rista de cinturones enrollados con lo que parecían tubos que le recorren todo el torso.

Gritos, y caras de desesperación se adueñaron del espacio en un segundo. En ese preciso momento, a las 07:13:22 murmurando una oración, Mohamed apretó un botón…

lunes, 8 de julio de 2013

Cartas a una novia que nunca fue



Ayer fue demasiado tarde, ayer… ayer te miré y no te vi. Eras sol y luna, eras libro y calle… Para mi lo fuiste todo sin que ni siquiera lo supieras. Eras un grito ahogado en mi mente, que reticencias cercioradas tenía de salir. Eras la música que expresa lo que bramaban y braman mis ojos, lo que mi boca extravía entre tantas premisas y lo que en mi pluma no cabe.
  
 Ayer dijiste que antes eras normal, es hoy cuando no eres más que mediocridad disfrazada de una imagen patética de incomprensión. Eras la más extraordinaria de las habitantes de esta bufonada. Pero tú, “Marquesa” has preferido venderte a un pueblo que no es el tuyo,  sólo por ser aceptada.
 Preferiste ser una anodina más, y mientras los reductos de tu genialidad mueren asfixiados en la banalidad consentida que se ha convertido tu rutina, yo sigo cautivo de una tierra que se niega a dejarme emigrar de su exasperante herencia.
Un día jugamos a perder la infancia, pero hoy tú has vuelto a los sonajeros…

Yo me quedé aquí, guardándome los prejuicios, apartado de todos, sonriendo hipócritamente a las mismas lunas cruentas que ayer nos daba la vida, con la miel en los labios; sabiendo que todo queda a un tiro una piedra que no alcanzo a aferrar conmigo.
 Respirando aromas efímeros de hiel, de dulzores de tonalidad agridulce, sabiendo que hoy será mejor que ayer pero peor que mañana. Un mañana, que aún llegado se va retrasando más y más…
 Y aunque quiera paliar a los fantasmas de lo que ayer ocasioné, la recurrencia es irremediable. Vivo sabiendo que todos mis trasgresiones son mías y de nadie más.

No es que quiera lo que ayer tuve, porque hoy te aseguro que de lo nuestro ayer sólo me interesa el rico recuerdo. Ayer te vi y recordé los días en los que tenías los pies descubiertos, los brazos abiertos, ayer me recordé besando y bebiéndome tu aliento… Ayer me recordé viviendo nuestra quimera, una quimera de la que no terminé de ser dueño.


No te puedo culpar por irte, yo en otro tiempo habría hecho lo mismo. Pero como te dije en una ocasión, “algunos no tenemos otra elección porque hemos elegido no tenerla”, porque queremos todo o nada, porque no queremos medias tintas… Porque le tenemos miedo, pavor…
Y buscar el equilibrio en los extremos; destruyéndote por vocación y hasta a veces laborando de enemigo propio, puede ser desesperante.
A veces, incluso llego a dudar por un segundo. Mas, un día decidí no venderme y vivir bajo mi propio criterio, sin seguir a ninguna masa, sin obedecer a la ceguera… Hoy no hago más que ratificar lo que he elegido.

¡Ay Marquesa!, ¿Qué más te puedo decir? Todos se han llevado el trozo de pastel más grande, y el más maltratado por la suerte sigo siendo yo, pero ¿Que más da? Si he visto y hecho más de lo que ellos admirarán en toda su vida. Y tú marquesa, ¿Qué me cuentas? ¿Qué te cuenta la mente que una vez cercaste?

Todos portamos una gran historia y una guerra, no se si la ganaste, la perdiste, o simplemente te paraste a descansar y terminantes dormida; olvidando como tantos otros que viven en los cielos, el suelo en el que librabas tus batallas más épicas.

 Miro al espejo y lo único que me dice es que tú no volverás a aparecer por ninguna parte.