domingo, 30 de noviembre de 2014

Mar

Os presento un framento del recopilatorio que ando preparando, y que antes de que finalice el año, si todo va bien, bajo el título de "colores" y con una presentación y contexto muy especial, puede que ya esté finalizado.



Oníricas olas que al mar iracundan, etéreas y difuntos cadáveres de utopías quiméricas. El mar es el hotel del trotamundos, el sincero, del nauseabundo bohemio que con su mirada condena el mundo, el mundo que ayer le escupía, y que hoy por ventura pasajera aplaude, mientras en un vacuo intento por comprender lo que desprecia, lo contempla sin los dedos.

El mar tan cercano, el mar, tan caballero… Tan estático como visceral, tan enigmático como singular.
¿A donde se han ido los hados? que besan con mentiras piadosas al borde de una esperanza ficticia.
Y a veces escribo, escribo sí, no me avergüenza decirlo. Y sin saber muy bien a donde se encaminan los textos, luego recuerdo a donde iban, y me descubro suspicaz descubriéndolos por primera vez al segundo siguiente del instante anterior. No se ni como, pero concuerdan… Como si al tirar una pelota contra la pared el impacto hace su apareciendo en un resquicio determinado, y nada más que en ese. No se de donde salen los más iracundos o los que osan rozar las decentes cotas, pero me los apropio como malvad que soy, porque sí, también lo soy. Soy una malvada, una mala persona, ¿Porqué no?
El arte no es credencial del que pinta, sino del que interpreta el silencio.



Fulgurante gaviota zalameda que ondeas ofusa en el ocaso de una tarde embravecida. Las ondulantes obnubilaciones de la espuma blanca carmesí se apoderan de tu nombre. Espera el letargo de cuanto es ocaso, el olor a marino y putrefacción de tus versos que ondean bellos y difusos en las olas, que por vientos se roban caracolas, y que por verdad se enfrentan a la firmeza antártica de una roca que de aquí, certeza existe, quizás en algún lugar, no se moverá.

El mar es un hotel que no es de nadie, el mar es el que se roba los últimos y más cálidos rayos del ocaso. El sonido que caotiza, y el olfato a base de epifanía salina. Y hasta la línea recta.
 El mar es el sonido más bello en su monotonía que tan solo un sordo podría describir, es sólido en la mañana, lo sigue siendo a la hora de comer…, es sordo por la tarde, y aún en el ocaso el decibel de su silencio no se deja entrever.

 Espuma blanca que choca y limpia en su purga. Majestuoso camino inquieto el que contemplo en un mar austero, mientras con tu música sutil te opacas, traicionero.
Inmenso como el vacío, vacuo como el sendero, azul como la muerte…
Ante ti se abre el mundo, y tú, como padre orgulloso lo miras a la cara y le das la espalda. Indiferente a sus diferencias, altanero ante sus despojos. ¿Tú? No, Tú poeta ante los poetas. Tu eres la cúspide de los malhirientes, la fuente de los que desean, el alma de los que aspiran, la cura de los que sienten.
 A tu lado se confabulan días y glorias, zarzas y espinas que algún día agradecerán tu memoria.
Y es así, tu permaneces estático en movimiento, impasible a las mentiras del jugador que no juega al juego jugado hace tiempo ya, sí, a ese al que llaman tiempo, no.
Y es que tú no pides, tú tomas, tú nunca olvidas, porque nunca retomas. Te has olvidado de nosotros y nos cantas con versos marchitos o con el traje de gala a medio abrochar.
 Me olvido a veces de apreciarte, te pierdes en la intransigente obviedad de la monotonía fría. De esas de no tener un nombre, ni una fecha, ni una edad… Redoblas tomando la voz, te paseas por la ventana, sonríes y regalas caprichoso mañanas.
Tunantes son tus pretextos, ¡tormento!, plusvalía tus presentes sin embargo.

¿Dónde radica tu patria? ¿Eh?, Caprichoso. ¿Eh?, bello. ¿Eh?, padre… ¿Eh?
Y te vas…, te vas para que todo tenga sentido, para que nada se pare, y en la intemporalidad no tengas que existir. Pero sí tu recuerdo.
 Tus letras se olvidan necias en el sino, tus hados son sublimes pero no por ello divinos, tu nombre no es ni más ni menos que el idioma del mundo que se torna mundano, mientras con la lengua toma camino, para darse nombre a si mismo. Mar.