domingo, 7 de diciembre de 2014

Rojo Carmesí



 

Dedicado a AileenDickens, que no será la primera ni la última vez que la nombre en una dedicatoria,  porque a mi también me salvó de alguna manera un sábado de Enero que nunca olvidaré.
Recordad que el personaje es siempre la autora, pero la autora, nunca es su personaje.
Con cariño...


- Agárralo-  dijo.

 La pormenorizada sensación de volver a sentir el tacto llano y absorbente de las teclas al ser pulsadas después de la aletargada lejanía de un paisaje.
 Los últimos vocablos evocados al verso inhanerente de una mentira desvencijada. Corre, sí corre, y fluye. No sea que se escape lo que no tiene nombre. Adiós.
 Me imagino con tu nombre, me saboreo y me recreo en tus compases que son melodías celestiales, me irrita el reflejo aquel. - Yo no soy tú decías – Y sales, sales. Desagradecido.
 Evoco al reflejo ingrato de una mentira bien conservada, no es que tenga más mérito, es que tú tienes menos, o más, según con la liturgia con la que se mire. Y tú, tú, mujer de pelo largo. Que plantas un beso un poco después, cuando te desvaneces etérea, que te cuidas de los cuidados habidamente deshilachado, ando atenta para no perderme tus detalles, pero descubro lo que no se de ti, y muero si hace falta, tiene sentido por ti. Y si hay que nombrarlo de un modo, te llamaré por tu nombre. Para sorprender.

Engendras tus caprichos de madrugada, ganando el juego cuando nadie puede jugártelo, y te ocupas de exigir tus reglas, tus miedos, y tus consignas alienantes antes de hacer aparición. Como personaje secundario de cantina de tercera, cual recién llegado con el pescuezo arremangado hacia atrás, tunante por ventura y clausurado por la desesperante idea de la intromisión. - Locura he oído que te llaman- Te dije aquella vez. – Genio menor-  me contestaste
 Desesperante bufón de cantina, lárgate sólo para poder beber de las mieles de tu regreso, para obviar tu recuerdo, para menospreciar consciente de mi error y con los dedos entrecruzados, tu intransigente presencia.
 Lárgate, pero sólo para que no te tengas que ir muy lejos.


Coima. No, coima no, puta. ¿Como puedes volver aquí? Fructífero cabrón. Valiente hijo de puta. ¿De donde te fuiste? ¿De donde vienes? Sabía yo que volverías. Tú, que ofendes a tu propio nombre, tú que desprecias a las ponderadas ansias de tu regreso.
 En el paraiso decían que solías vivir, lo corroboro, porque más que ahí vivías en su vida. Y la suya por la tuya. Sí tú, valiente hijo de puta, que agravias con ultrajantes embustes el enclichado recuerdo de una pasión desvencijada por las ansias de ficción. Tú, el mismo que expendías subastas ingratas mientras le claudicabas los temores infundidos por tu boca.
 Te envidio.
Arsenal de humedades despectivas en calor de un arrope, fuego de mundanidad,  ansias deshinchadas… Ansias de volver a respirar.
Pones precio a lo que no tiene potestad, le pones precio a un adios, claudicas las alas que no han empezado a volar. Eres lo profano, la personificación de lo que no sale, del tupido, eres el fluir pero al contrario, el lo tengo pero no estará. La divina idea expresada por un pueblerino apocado a su raquitismo, la máxima que salió hace media hora, antes de llegar siquiera a hacerlo. Eres el silencio que más mata. Esperpento que aflige.

¡Pero ay! ¡Ay cuando te encuentro…! A ti, a ti que con tu mente facinerosa has claudicado una rosa por ostentar la prepotencia pormenorizada de un jardín, que has manchado de hipocresía maldita y corrupta a la más inocente de las criaturas, a la esperanza. ¿A ti? A ti te escupiré y bailaré sobre tu propia tumba solo por esta última afrenta, y entonces a ti no te quedará nada, porque las verdades que ahora sonaron siempre como mentiras son las que te desvalijaran los bolsillos del alma, a ti ya no se nada más que decirte de todo lo que me queda por decir…
 Te fugaste con un amor en renta, sin renovar contratos, sin prorrogas de veranos extraordinarios y abocados a septiembre. Sin papeles de por medio y con todas las facilidades de pago.
 Te cansaste de no vivir cansado, de abrir la puerta y que te golpeara su hilarante aroma a dulce y fresco, del sudor que suena a sal y sabe a miel, te cansaste de saciarte, te cansaste de que los buenos días de sus ojos te iluminaran el mundo.
Magnífico insensato, nunca tuviste lo que atesorabas, pues lo tenías pero lo tenías comprado, quizás nunca lo quisiste alquilar y quizás fue por eso te fuiste sin pagar. No me cabe en la cabeza, me explota, cómo alguien puede ultrajar a la belleza más limpia, cómo alguien puede recurrir a un “no” recurrente tantas y tantas veces para decir que no le apetece el paraíso, es tan necio como decir en medio de un polvo que te estás cansando de este orgasmo, solo que decir que te cansas de ella es todavía más estúpido.

Tu mismo te castigarás, te corroerás cuando en el momento de sublimación mortuoria te des cuenta que tu peor castigo será el día en que te arrepientas, pues has tenido pan, pero ya nunca más los dientes. Pero no lo harás, y siento lástima. Porque el dolor sería aún un sentimiento dulce entonces para ti. Porque significaría ver la verdad, la del esplendor de mirarte a los ojos y comprenderlo todo, la de que tu recuerdo alimente la más reconfortante de las fantasías, la de soñar con tu nombre y tocarle la puerta a lo exquisito. Irse al cielo y robarle unos versos a Dios porque ninguno de los habido ni por haber puede siquiera equiparársele. La de desvivirse por un sonrisa.
 Me quema, me quema tanto su dolor como si fuera el mío, y lo es. Ella es la palabra, el verbo oculto tras un tedioso ejercicio.

-          Me has salvado la vida ya, en una ocasión, puedes volver a hacerlo- Dije
-          - ¿Yo? Yo solo soy alguien- dijo.
-           – Tú, tú eres un milagro. Eres el aire que se convierte en oro, lo imposible no existe, pero tú estás aquí. El azar es un puta que se divierte chutando balones contra la pared y decidiendo luego donde impactan, y de todas las millones de salidas y probabilidades tú. Como dos letras formando un nombre, un nombre propio que nace de la miseria más absoluta del engendro Caos para convertirse en lo más bello, y en la única belleza. Millones de partículas que se conforman al azar, y tú. Ni más que menos, reconciliándome con el mundo, porque si tú existes todavía todo esto valdrá la pena ¡Qué grandeza! Eres la máxima que sublima el aire. El triunfo de la esperanza sobre la experiencia, de lo maravillosamente irracional, sobre la razón. ¿Solo eres alguien? Sería estúpido pedir un ápice más cuando aquí está el todo, tú.

Lo he perdido todo hasta este momento.
He perdido la infancia, he perdido la dorada y luminiscente adolescencia. He perdido el presente y hasta por austero el futuro inquieto. Estoy perdiendo este momento mientras pienso en inmortalizarlo. He perdido la vida, los besos, las risas y hasta la línea recta.
 He perdido las frases hechas, las putas horas del reloj, y hasta mi nombre. He perdido la suave calma de no saber por donde andas, y hasta los ojos.  He perdido el sentido, del todo, menos el crítico. He perdido una sombra, y un amor, y el perdón de los que ya no están, he perdido las lágrimas que no podré llorar. He perdido tantas, y tantas cosas. Y lo peor es que aún siento, se, y quiero que voy a perder muchas más. Y me arrepiento, aunque nunca lo haga. Me arrepiento del miedo, del traicionero y de lo que ya no quiero. Me arrepiento de los últimos compases, de los del medio, y si me apuras, hasta del comienzo.
 Soy yo. Me muero, vivo, y comienzo. Me busco y me encuentro. Me vuelvo a morir si hace falta y comienzo, comienzo un nuevo final que todavía no está escrito, pero lo estará. Pero no me aflige, se que esta no será de lejos la definitiva, pero más cerca estará, lo habré perdido todo, pero tú, tú desde luego estás.
 Tienes otro nombre, tienes otra cara, quizás otras piernas y diferente lengua. Pero eres tú. Y no se porqué que me da, que esta vez serás tú, con nombres y apellidos. Y nada más, y esta vez va en serio… No me faltes nunca.