sábado, 18 de mayo de 2013

La Plusvalía Banal Del Mal



La plusvalía banal del mal.

 Nos gustaría, al menos a un servidor la expresión de una palabra, un concepto que condese una filosofía entera. Algo así como mi desconocido e ilustre “ΩΒ”. Alejado de sandeces y de grandilocuencias vacuas que no conducen a ninguna parte. Quiero gritarlo al circunspecto viento y cometer los errores más grandes del mundo.
Pero la complejidad me ata, y aunque intente precisar algún aspecto, por un lado me da miedo, pavor más bien, simplificarlo tanto que se opaque deformándose como tantas otras expresiones se han difuminado en el tiempo ya marchito… Por otro lado, amo la posibilidad que muere en cada instante.

Le he dado una vuelta a la concepción del mundo y no me arrepiento de nada. Me he cruzado con todo tipo de fauna.
 Perros que levantan el mundo a sus espaldas, glorias de pasados tan pasados… y sus sueños, que por puro merodeadores han acabado suicidados en la tahúr rutina del “hoy no”, he conocido héroes anónimos, y a otros que no lo son tanto.
 He vivido con ellos, he muerto, y me he vuelto a levantar.

 Pero nunca, nunca había encontrado alguien que con tanto ahínco me plante cara sin saberlo.
 Hacía ya mucho tiempo que no encontraba quién me pudiese ganar. Y más que exasperarme, que también, me fascina.
 Representa absolutamente lo contrario a lo que cabría esperar, se podría decir que a priori odio hasta cada uno de sus ademanes.
 No obstante, al mismo tiempo en mi consciencia del inconsciente se que envidio y amo desde fuera su situación. No os confundáis como a priori puede hacerlo yo, no la amo a ella. Amo una situación y una realidad que consciente o inconcientemente deje escapar. Creo que puedo decir conscientemente, es más, lo aseguro. Pero no me preguntéis luego porque puede que algún momento niegue algunas cosas.
 Y si no me arrepiento de que esta hipotética situación se escapara es porque no puedo ni tampoco quiero arrepentirme. No quiero querer, por decirlo sencillamente.

Aunque por otro lado, es inútil “creer que querer es lograr olvidarlo”. El fantasma me acompaña errante, ora cobra fuerza, ora parece quedas opacado. Pero siempre presente.

 Y en ese momento ella es capaz de ganar sin conocer las reglas, pero no porque me atraiga ella sino porque porta muchísimo de lo que un día deseé y hoy a ratos ahogo. Ratos de meses o ratos de minutos. ¿Acaso hay alguna diferencia? Pero en el fondo, en el traslúcido fondo, se la realidad…

 Dejarla  escapar (la situación) por conveniencia, por intentos de convicción, real o no, o por pura cobardía pasiva. ¿Fue un error? Tengo muchas respuestas, y sólo puedo decir que hoy se que la cobardía pasiva se me ha cobrado ya lo que estimo demasiado. Y sinceramente, tan sólo busco alguien con quién gritar las convulsiones que nos revivan el instinto y encontrar magia, y la pasión, y la realización y un punto de locura mordaz.

Hace años que no tengo una casa, tengo ganas de poder llamar a algo mío y vivir bajo mi tutela, estoy cansado, sí. Pero también tengo ganas, no obstante, de seguir luchando, no conozco otra vida.

Y mientras tanto otro rayo de omisión que nos regala la subsistencia cotidiana aparta de mí la genialidad del conocimiento y me aparca ilusiones de reseción. En ese momento arrugo los ojos para evitar los reductos mundanos de la luz, “recito la oración de siempre para cumplir con dios y acto seguido en el pecho me dibujo una cruz” Todos necesitamos una autoridad por encima de nosotros.
 Yo además necesito el dolor, para comprobar que en mis tragedias épicas sigo vivo, para diferenciarme de los fantasmas, para simplemente no ser quién es el que no sabe quién será.

Adoro los papeles en blanco para modificar el mundo; me da apuro decir que creo vida. Porque en cierto modo no lo hago, porque… bueno eso ya es otra historia.
Y el silencio, que es el sonido más bello del mundo.
Adoro la crítica de los diarios y a veces hasta la publicidad.
Me he pasado la vida buscando justificaciones para estar prevenido a las preguntas que puedan surgir, también adoro improvisar porque amo la inexactitud de lo incierto bien certificado.
 Y si hay algo de lo que estoy seguro acérrimamente es que el mejor momento es ahora mismo. Ahora mismo es exactamente, el mejor momento. Y me esfuerzo de veraz por hacer el mejor momento hoy, y no mañana.
 Siempre quiero un asalto más, porque incluso cuando todo está perdido un asalto marca la diferencia entre vivir y estar vivo.

Odio la indeterminación, la frustración como bandera fulgurante, el miedo baldante, las medias tintas y hasta la línea recta.
Me exaspera la inoportunidad y el no saber estar.

Tan sólo necesito 3 cosas para escribir; enfado, silencio y una palabra; un concepto que englobe toda una filosofía, una chispa que encienda las llamas de las bellas musas, alejado de grandilocuencias y sandeces.
Cuando escribo me gusta irme para poder volver, disfruto cuantiosamente de todos los caminos habidos y por haber, y es que lo mejor de perderse es encontrarse. Todo lo que hace falta es un vacío que llenar, o un lleno que vaciar, mire usted por donde.


Volviendo al tema…; las victorias han marcado mi vida, me han hecho regalos que nunca podré agradecer suficiente. Regalos envueltos en capítulos envueltos en melodías atronadoras, sutiles, cómicas, fascinantes, incomprensibles, embriagadoras sin duda… Hay pocas cosas que sean capaces de enmudecer mis palabras acortándolas y no dejándolas fluir. Decir victoria las enmudece.

 ¿Y qué si son enmudecidas? ¿Y qué si no cabe decir más que fluir, fluir de forma improvisada? A veces nos empeñamos en buscar males en forma de palabras, de darles una analogía. Creando redundancias una y otra, y otra vez. ¿Qué más da? Porque al final, en este caso, ya hagamos elaboradas elucubraciones u osadas decisiones, todo desembocará en fluir. ¿Y es que si me han regalado tanto? Como no dejar fluir, de forma consciente, crítica y personal de acuerdo. Pero fluir. A veces no hay otra manera de descubrir nuevas felicidades que siendo feliz.

Porque buscarle sentido al idioma del mundo, a lo verdaderamente importante y donde radica nuestra alma, no es más que buscar una plusvalía banal de nuestro propio mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario