Si está con él es porque busca indirectamente a su madre; su
madre claudica su autoestima, la frustra, le hace pensar que es inferior a lo
que realmente es.
Haciéndole feliz a él
es como si estuviese complaciendo a su madre, por eso tiene esa necesidad tan
imperiosa y tan enfermiza de ser sumisa y complacerlo.
No le importa salir perdiendo o sacrificarse porque busca el
reconocimiento insatisfecho de la figura materna en él.
Nunca conoció a su
padre realmente, y no tiene gran relación con él precisamente. Es por ello que
su madre es la única, primera y por ende primordial referencia que siempre ha
poseído. La única manera de satisfacer su apetito pueril de reconocimiento es
su madre. Como nunca fue satisfecho lo arrastra hasta edades más tardías.
El resto del mundo la
tiene en un pedestal, pero eso a ella no la complace. Ella necesita de la
aprobación de quienes la ignoran o en cierto modo la tratan con tintes de
desapego. Porque son estos, su madre en movimiento.
Su pareja es el máximo exponente de este desapego. El hecho
de que cada vez que ella da y da mientras él no la corresponde con lo más
mínimo, y de repente es sobre correspondida por un momento la ata
completamente, le produce una pseudofelicidad que consigue aplacar,
encubriendo, sus ansias de reconocimiento materno.
Es como una adicta,
ha caído en un juego peligroso y enfermizo que la engrilleta cada día a la
figura de su madre reflejada en él.
Complaciéndolo a él y recibiendo su aprecio es como si
recibiese el amor y la aprobación materna.
Me recordaba a mí.
Yo sólo quise
devolverle la autoestima que nunca tuvo a bien recoger, pero que se que tiene. Quise
hacerla libre. No porque quisiese beneficiarme de la situación, para nada,
simplemente quería hacerla libre.
A veces alguien puede estar dispuesto a darnos el mundo
entero, pero basta con que otro nos dé un ápice para que este ápice viniendo de
según quién valga más que cualquier otra cosa. Quise que decidiera por si
misma.
Y no conseguirlo me
mata…
La integridad de muy pocas personas ha sido en contadas
ocasiones mecedora de mi interés. Su integridad ha sido la única capaz de
sobreponerse a planos inquebrantables. Me ha afectado personalmente, me ha
hecho cuestionarme mi estilo de vida, me ha mostrado todo lo que me he perdido
y me pierdo, no me deja respirar, se me clava, lo gritan mis ojos y mi boca con
hipocresía típica de la razón, lo calla…
[...]
Dicen que soy un cabrón, y quizás lo sea. Dicen que utilizo
a la gente, que los exprimo hasta que no pueden dar más, que los analizo desde
fuera, que los etiqueto, que los clavo, que los encuadro en un personaje
monocromático aún conociendo su naturaleza compleja.
Que como buen escritor vendo ilusiones efímeras, como
cometas de humo, que no son más que palabras que buscan el beneficio propio, que
a veces pasan por el bienestar ajeno pero que nunca dejan de hacer una parada
en la puerta del mío.
Eso pueden decir, y en ciertos aspectos no les falta razón.
Pero basta con abrir el objetivo de la lente con la que se mire para darse
cuenta de que todo tiene un trasfondo,
nadie se comporta así porque sí, lo malo al final resulta que no es tan
malo, porque simplemente son maneras de actuar ante situaciones que nos llevan
a ello. Y no le hago daño gratuito a nadie.
Puede que a veces haya sido un cabrón y lo reconozco, soy
vengativo y con ascendencia paranoica, y eso me ha traído más de un quebradero
de cabeza. Me ha ido reconcomiendo por dentro, aunque no obstante he ido
desterrando los males que un día cual al modo de Pandora me ose a desatar. Al
menos lo he intentado, y hasta en algunos aspectos lo he conseguido.
Sin embargo se que
algunas marcas me acompañarán de por vida, y me alegro, recordándome lo que un
día hice o deje de hacer… He tenido que aprender a convivir con ellas, y hoy
son mis amigas.
Puedo hacer de instantes odiseas, y de auténticas odiseas un
único instante contenido en el vacío, infinito, pero exacto y raudo.
Soy un caradura y un
soñador, tengo alas que vuelan poco y sueños que no aterrizan. Tengo secretos
los cuales parecen que no hay silencio que sean dignos de contenerlos. Pero los
contienen, que es lo importante. Y me duelen, y batallan con cada día, y
batallo con cada día, y mueren cada día, y comienzo soñando y termino en el
insomnio…
Tengo voluntades como castillos, y jamás he pronunciado un
“No puedo”. He elegido la vida que quiero llevar mucho más allá de lo que
podríais pensar. Y me alegro de haber elegido lo que he elegido, y quiero, de
verdad, creerlo.
Porque aunque creo que he obrado bien, también guardo las
ascuas de un error de elección, y las intento apagar, y a veces consigo
apagarlas con tan solo mirarme al espejo, y a veces prenden a otras y me da
miedo. Y me clavan dudas, pequeñas, pero que en cualquier instante pueden tomar
formas reales.
Y vuelvo a sentir miedo, y las apago. Porque creo que dentro
de lo que podía haber elegido he elegido lo mejor…
“¿Y que hubiese pasado si hubiese tenido plenitud de
elección?” Y la respuesta me golpea… porque voltearía mi espacio. Pero no, una
segunda respuesta cuando llego a la plenitud de mis facultades se aparca
expresando llanamente las que creo respuestas verdaderas. “He elegido bien,
elegiría lo que he elegido”
Me gusta complicarme los pasos con exquisita inexactitud, me
gusta andar por caminos que ayer no estaban abiertos, me gustan las historias
que crean mundos, pero llegados a un punto me gusta y me gustaría vivir en
este. Me gusta la gente con personalidad, me gusta el carácter personal, me
gusta la madurez, me gusta hoy aún más que ayer.
Adoro equivocarme, porque no considero nada como una
equivocación. Creo en la experiencia del mismo modo que en la relativización del entorno. Amo y quiero amar mi vida. Y amo
lo que soy, y que lo puedo llegar a ser, incluyendo a mi ser como persona y al
entorno que puedo dar lugar. Adoro el arte en todas sus facetas y desprecio la
corrupción de sus formas en la comercialización.
Me mata tener que callarme una genialidad, ya sea porque la
creo obvia y al final no lo es tanto para otros, porque no es el momento,
porque no son las formas…
Llevo encima melodías
que hablan de lo prohibido para algunos, soy capaz de cambiar todo un mundo con
unos compases. Y nadie me entiende cuando hablo, y nadie me entiende cuando
escribo. Y ansío el día en el que alguien entienda algo. Aunque entiendo que no
me entendáis. Si yo mismo llevo tiempo intentando entenderme, y hasta hoy a
veces me sorprendo…
Mis palabras se suelen perder en la almohada, en el viento
marchito, en los días, en los sueños que no son pero que patéticamente son sin
serlo, en espejos cóncavos, en puertas que se abren solas por si quieres
entrar.
Tengo miedo a lo que
puede ser y pavor a lo que puede dejar de ser, y aunque en algunas ocasiones lo
exprese, no dejo que condicione más de lo estrictamente necesario a mis acciones.
Dicen que soy triste cuando escribo, que mis palabras no son
más que mis grilletes plasmados. Y no andan equivocados. ¿Sabéis qué? Que amo
mis grilletes porque de ellos saco lo de siempre improvisado.
“Ser feliz puede que
no sea estar libre, no hay que perderse del matiz que da lo incierto, ser feliz
es también odiar un par de veces” Si algún día consigo serlo será porque he
conocido a su hermano el dolor. De verdad que amo con toda mi alma al dolor y
todo lo que me ha enseñando en forma de regalo, pero eso no significa que no
quiera desecharlo… Cuestión de supervivencia supongo.
El equilibrio no ha de verse roto en demasía porque tanto
para un lado como para otro causa auténticos estragos.
“Lloraba porque no tenía zapatos hasta que vi a un niño sin pies”
Temo caer en la crítica vacía, y es por ello que me gusta pararme a reflexionar
en cualquier esquina, pero mi esquina favorita está en una buena compañía.
Aprecio muchísimo un buen silencio, pero sin haber tenido compañía el silencio
se corrompe.
Puede que en más de una ocasión barra para casa, pero os
aseguro que no hay un comunista mayor que yo. No dejo de beneficiar a quién se
lo merece y no hay nadie que sea tan
generoso con quién quiero atesorar, no dejo de dar segundas oportunidades y
hasta terceras, aunque no sean buenas para mí.
Mi mayor sueño pasa
por el conocimiento; conocer y que los demás conozcan, el equilibrio de las
partes, la libertad y el respeto. En definitiva una utopía, aunque no creo en
las utopías, porque son quimeras, porque la naturaleza corrupta de la sociedad
las convierte en dictaduras…
Me suele exasperar la sociedad, y he perdido casi toda la
esperanza en sus individuos, son personas como la que abre este relato o como
las que un día inesperadamente me dan una lección, las que me devuelven la fe
en el ser humano.
Creo que la única manera de actuar es actuar, improvisar a
veces es la mejor manera de vivir y la única que demuestra la valía personal de
cada quién. No dejo que nadie me diga lo que soy, se lo soy y lo que quiero
ser…
Porque al final, más allá de lo que pueda decir hoy, lo
único que busco es algo que no tengo y que sería la solución a todo.
Y estaría dispuesto
a transgredir todos los males que hiciesen falta, que por otro lado se
disiparían con una mera presencia que no es otra cosa si no “Tu beso en las
mañanas y un café”, mientras eso no me faltase ya me ocuparía yo de que
absolutamente todo estuviese bien…
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