lunes, 10 de junio de 2013

Más Allá De Hoy



Si está con él es porque busca indirectamente a su madre; su madre claudica su autoestima, la frustra, le hace pensar que es inferior a lo que realmente es.
 Haciéndole feliz a él es como si estuviese complaciendo a su madre, por eso tiene esa necesidad tan imperiosa y tan enfermiza de ser sumisa y complacerlo.
No le importa salir perdiendo o sacrificarse porque busca el reconocimiento insatisfecho de la figura materna en él.
 Nunca conoció a su padre realmente, y no tiene gran relación con él precisamente. Es por ello que su madre es la única, primera y por ende primordial referencia que siempre ha poseído. La única manera de satisfacer su apetito pueril de reconocimiento es su madre. Como nunca fue satisfecho lo arrastra hasta edades más tardías.

 El resto del mundo la tiene en un pedestal, pero eso a ella no la complace. Ella necesita de la aprobación de quienes la ignoran o en cierto modo la tratan con tintes de desapego. Porque son estos, su madre en movimiento.

Su pareja es el máximo exponente de este desapego. El hecho de que cada vez que ella da y da mientras él no la corresponde con lo más mínimo, y de repente es sobre correspondida por un momento la ata completamente, le produce una pseudofelicidad que consigue aplacar, encubriendo, sus ansias de reconocimiento materno.
 Es como una adicta, ha caído en un juego peligroso y enfermizo que la engrilleta cada día a la figura de su madre reflejada en él.
Complaciéndolo a él y recibiendo su aprecio es como si recibiese el amor y la aprobación materna.
Me recordaba a mí.

 Yo sólo quise devolverle la autoestima que nunca tuvo a bien recoger, pero que se que tiene. Quise hacerla libre. No porque quisiese beneficiarme de la situación, para nada, simplemente quería hacerla libre.
A veces alguien puede estar dispuesto a darnos el mundo entero, pero basta con que otro nos dé un ápice para que este ápice viniendo de según quién valga más que cualquier otra cosa. Quise que decidiera por si misma.
 Y no conseguirlo me mata…

La integridad de muy pocas personas ha sido en contadas ocasiones mecedora de mi interés. Su integridad ha sido la única capaz de sobreponerse a planos inquebrantables. Me ha afectado personalmente, me ha hecho cuestionarme mi estilo de vida, me ha mostrado todo lo que me he perdido y me pierdo, no me deja respirar, se me clava, lo gritan mis ojos y mi boca con hipocresía típica de la razón, lo calla…


 [...]


Dicen que soy un cabrón, y quizás lo sea. Dicen que utilizo a la gente, que los exprimo hasta que no pueden dar más, que los analizo desde fuera, que los etiqueto, que los clavo, que los encuadro en un personaje monocromático aún conociendo su naturaleza compleja.
Que como buen escritor vendo ilusiones efímeras, como cometas de humo, que no son más que palabras que buscan el beneficio propio, que a veces pasan por el bienestar ajeno pero que nunca dejan de hacer una parada en la puerta del mío.

Eso pueden decir, y en ciertos aspectos no les falta razón. Pero basta con abrir el objetivo de la lente con la que se mire para darse cuenta de que todo tiene un trasfondo,  nadie se comporta así porque sí, lo malo al final resulta que no es tan malo, porque simplemente son maneras de actuar ante situaciones que nos llevan a ello. Y no le hago daño gratuito a nadie.

Puede que a veces haya sido un cabrón y lo reconozco, soy vengativo y con ascendencia paranoica, y eso me ha traído más de un quebradero de cabeza. Me ha ido reconcomiendo por dentro, aunque no obstante he ido desterrando los males que un día cual al modo de Pandora me ose a desatar. Al menos lo he intentado, y hasta en algunos aspectos lo he conseguido.
 Sin embargo se que algunas marcas me acompañarán de por vida, y me alegro, recordándome lo que un día hice o deje de hacer… He tenido que aprender a convivir con ellas, y hoy son mis amigas.

Puedo hacer de instantes odiseas, y de auténticas odiseas un único instante contenido en el vacío, infinito, pero exacto y raudo.

 Soy un caradura y un soñador, tengo alas que vuelan poco y sueños que no aterrizan. Tengo secretos los cuales parecen que no hay silencio que sean dignos de contenerlos. Pero los contienen, que es lo importante. Y me duelen, y batallan con cada día, y batallo con cada día, y mueren cada día, y comienzo soñando y termino en el insomnio…

Tengo voluntades como castillos, y jamás he pronunciado un “No puedo”. He elegido la vida que quiero llevar mucho más allá de lo que podríais pensar. Y me alegro de haber elegido lo que he elegido, y quiero, de verdad, creerlo.
Porque aunque creo que he obrado bien, también guardo las ascuas de un error de elección, y las intento apagar, y a veces consigo apagarlas con tan solo mirarme al espejo, y a veces prenden a otras y me da miedo. Y me clavan dudas, pequeñas, pero que en cualquier instante pueden tomar formas reales.
Y vuelvo a sentir miedo, y las apago. Porque creo que dentro de lo que podía haber elegido he elegido lo mejor…

“¿Y que hubiese pasado si hubiese tenido plenitud de elección?” Y la respuesta me golpea… porque voltearía mi espacio. Pero no, una segunda respuesta cuando llego a la plenitud de mis facultades se aparca expresando llanamente las que creo respuestas verdaderas. “He elegido bien, elegiría lo que he elegido”

Me gusta complicarme los pasos con exquisita inexactitud, me gusta andar por caminos que ayer no estaban abiertos, me gustan las historias que crean mundos, pero llegados a un punto me gusta y me gustaría vivir en este. Me gusta la gente con personalidad, me gusta el carácter personal, me gusta la madurez, me gusta hoy aún más que ayer.

Adoro equivocarme, porque no considero nada como una equivocación. Creo en la experiencia del mismo modo que en la relativización  del entorno. Amo y quiero amar mi vida. Y amo lo que soy, y que lo puedo llegar a ser, incluyendo a mi ser como persona y al entorno que puedo dar lugar. Adoro el arte en todas sus facetas y desprecio la corrupción de sus formas en la comercialización.

Me mata tener que callarme una genialidad, ya sea porque la creo obvia y al final no lo es tanto para otros, porque no es el momento, porque no son las formas…


 Llevo encima melodías que hablan de lo prohibido para algunos, soy capaz de cambiar todo un mundo con unos compases. Y nadie me entiende cuando hablo, y nadie me entiende cuando escribo. Y ansío el día en el que alguien entienda algo. Aunque entiendo que no me entendáis. Si yo mismo llevo tiempo intentando entenderme, y hasta hoy a veces me sorprendo…

Mis palabras se suelen perder en la almohada, en el viento marchito, en los días, en los sueños que no son pero que patéticamente son sin serlo, en espejos cóncavos, en puertas que se abren solas por si quieres entrar.

 Tengo miedo a lo que puede ser y pavor a lo que puede dejar de ser, y aunque en algunas ocasiones lo exprese, no dejo que condicione más de lo estrictamente necesario  a mis acciones.

Dicen que soy triste cuando escribo, que mis palabras no son más que mis grilletes plasmados. Y no andan equivocados. ¿Sabéis qué? Que amo mis grilletes porque de ellos saco lo de siempre improvisado.
 “Ser feliz puede que no sea estar libre, no hay que perderse del matiz que da lo incierto, ser feliz es también odiar un par de veces” Si algún día consigo serlo será porque he conocido a su hermano el dolor. De verdad que amo con toda mi alma al dolor y todo lo que me ha enseñando en forma de regalo, pero eso no significa que no quiera desecharlo… Cuestión de supervivencia supongo.
El equilibrio no ha de verse roto en demasía porque tanto para un lado como para otro causa auténticos estragos.

“Lloraba porque no tenía zapatos hasta que vi a un niño sin pies” Temo caer en la crítica vacía, y es por ello que me gusta pararme a reflexionar en cualquier esquina, pero mi esquina favorita está en una buena compañía. Aprecio muchísimo un buen silencio, pero sin haber tenido compañía el silencio se corrompe.

Puede que en más de una ocasión barra para casa, pero os aseguro que no hay un comunista mayor que yo. No dejo de beneficiar a quién se lo merece y no hay nadie que  sea tan generoso con quién quiero atesorar, no dejo de dar segundas oportunidades y hasta terceras, aunque no sean buenas para mí.

 Mi mayor sueño pasa por el conocimiento; conocer y que los demás conozcan, el equilibrio de las partes, la libertad y el respeto. En definitiva una utopía, aunque no creo en las utopías, porque son quimeras, porque la naturaleza corrupta de la sociedad las convierte en dictaduras…

Me suele exasperar la sociedad, y he perdido casi toda la esperanza en sus individuos, son personas como la que abre este relato o como las que un día inesperadamente me dan una lección, las que me devuelven la fe en el ser humano.

Creo que la única manera de actuar es actuar, improvisar a veces es la mejor manera de vivir y la única que demuestra la valía personal de cada quién. No dejo que nadie me diga lo que soy, se lo soy y lo que quiero ser…


Porque al final, más allá de lo que pueda decir hoy, lo único que busco es algo que no tengo y que sería la solución a todo.
  Y estaría dispuesto a transgredir todos los males que hiciesen falta, que por otro lado se disiparían con una mera presencia que no es otra cosa si no “Tu beso en las mañanas y un café”, mientras eso no me faltase ya me ocuparía yo de que absolutamente todo estuviese bien…

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