viernes, 28 de junio de 2013

Los Otros



Ayer me preguntaron que donde se encontraba ubicada mi meta, mientras las puertas de las certidumbres se cercaban. En este mismo instante sin rumbo y víctima del rechazo, un solitario hijo de puta en busca de un plato para mañana se siente perdido en medio de sus propias ensoñaciones.

El otro día leí uno de esos textos de críos que se creen la polla porque le llevan dando caramelitos desde que se dejaron llevar por las corrientes del costumbrismo continuado de la mediocridad.
 Siempre he tenido cuidado de pasarme de ególatra, que los castigos divinos de la mitología me darán la razón cuando digo que puede ser muy peligroso. La humildad es una cualidad esquiva y bien vista, aunque nadie la conoce en su casa. La pintan y la evocan pero de cara a la galería, para engañarse a ellos mismos, porque queda muy bien joder…

Por eso cuando escucho que el “cielo es azul y los pajaritos hacen pío” me demoro un instante antes de exteriorizar un juicio despectivo hijo de la rabia y el desengaño, hacia las nieblas que se vienen dando en la educación últimamente.  Porque la autoría de semejantes obviedades que rozan la aberración, vienen impuestas por figuras que son señores y señoras ante la ley.
 Entiendo la situación, y las victimas… porque estamos hablando de víctimas, de este chiste magnífico, porque que sea ingrato no quita que sea grandioso en si mismo. Las víctimas desde luego no tienen la culpa, pero contribuyen ciegamente con su cómodo hospedaje desde los aposentos pudientes en la misma.

Es muy fácil, no para mí, vomitar y regurgitar manidos argumentos que no entiende su pseudoautor, es muy fácil vivir sabiendo que lo sabes todo; pero cuan difícil es romper los muros de lo construido aún sabiendo que los cimientos de esta construcción se derrumbarán algún día, y es que el carácter heredado de comunidad latina, nos invita a vivir de las rentas mientras sea posible, aún sabiendo que mañana nos moriremos de hambre oiga…
Es muy difícil romper toda una mentalidad. Pero ante todo, es muy fácil que sin darte cuenta te roben la persona y acabar aferrándote a los ideales de otro.
 Son las víctimas mas agraciadas de este juego tan ilógico como inaudito, porque luego están las “otras” víctimas, “los que son buenos, pero no tanto” los que; “oye, eres bueno tío, pero eres un vago” de los que el profesor de turno se dice “No tengo ni puta idea de lo que haces/no tengo ni putas ganas de querer saberlo/Yo no se hacerlo, tú tampoco”

 ¿Pero de donde viene ese no tanto, esa desidia, o esa incomprensión? Quizás de algo tan vasto que no cabe en una simple analogía, una historia, una guerra… Quizá algo que te escoge de venganza, personalmente, y aunque el dolor producido es mayúsculo, celebro su idea. ¡Qué bonito es ser el “otro”!


Ser el “otro” conlleva ser lo que quieras, pero algo totalmente distinto a lo que los demás son. Consiste en mirar a la cara al reconocimiento y escupirle, porque el reconocimiento no es reconocimiento hacia tú persona, si no hacia el adoctrinamiento que te han impuesto. Es no aceptar el adoctrinamiento, y mientras los demás tienen un mundo por donde moverse, equívoco pero un lugar al fin y al cabo, tú tienes que construirte el tuyo desde cero. Es arremangarse, acercarse, golpearlo con un abrazo, mirarle los ojos al desconsuelo y decirle “Bienvenido”


No quiero quitar méritos tampoco a los que aunque borreguiles y “dignos”, trabajan sin descanso en pos de lograr una meta que si bien mi condición la considera menos digna, la labor de construirla conlleva dedicación. Dedicación mientras yo me tocaba los huevos, literalmente.

Si holgazaneo es; primero porque yo así lo he elegido, no me voy a quitar culpas. Pero todo ello viene motivado, que no determinado, porque estoy sólo en este barco, al menos demasiado aislado. Si soy incapaz de convivir afablemente en su mundo es porque sólo vivo en el mío. Sólo acepto determinados mundos.

Porque mientras los niños jugaban en el recreo nadie estuvo apoyándome, nadie me tendió la mano para decirme pase lo que pase todo estaría bien. Me cruce con miles de personas; pero ninguna se paró a decirle a aquel ayer enclenque niño “yo creo en ti”, todos esos pasaron tunantes en frente de mi, regodeándose en sus excesos.
 Nadie estuvo ahí cuando aquel frustrado de turno se le ocurrió tacharme de mediocre sólo porque él estaba ciego y sordo, siguiendo la premisa de “Si yo no se hacerlo, tú tampoco”. Ni cuando pedí prestadas las migajas de amistades hipócritas por sentirme tan solo que hasta llegué al punto de comprender que no había mejor compañía que la soledad.
 Ni tan si quiera nadie estuvo nadie para hacerme saber que mi vida valía un puto carajo…

Nadie me dijo que lo que estaba haciendo estaba bien, al contrario, me vendieron imágenes de triunfo de reticente validez.
Sentí hambre de reconocimiento y en su lugar ellos me pedían arrepentimiento.
Discutí más de una vez con la imagen del espejo, esa que me decía sigue, mientras me escupía a la cara.
Cuando la ansiedad ahorcaba cualquier esperanza, cuando salía día tras día a luchar por lograr pasar un día más, cuando salía sabiendo que hiba a recibir más golpes de los que ayer soporté…
Tú no soportaste el prejuicio, el sacrificio, ni el desconsuelo. Tú no te has levantado siempre, pidiendo un asalto más… siempre, un asalto más…
Y todo, mientras tú jugabas al fútbol en el recreo.


Y ahora, ¿Qué queréis? ¿Qué cuando habiendo pasado por toda esta padeciente purga me ponga a vuestro nivel y regale mis méritos? ¡Ni soñarlo!
 Y si es ego, soy un ególatra, pero yo no soy como vosotros; que os habéis rendido, que no sabéis que os habéis rendido, que dejáis que se rindan, que habéis negado la posibilidad de que no se rindan.

 A mi no me queda otra elección, porque en efecto, tuve elección. Y elegí no ser como tú. Elegí el camino más difícil y divertido. Es placer para mí vivir bajo los focos que se alimentan tan sólo de mi propia luz y de la de aquellos que me la rentan. Hablo por su puesto de maestros… de Miguel Hernández, de Arjona, de Dante, de Coelho, de Lorca, de Ibáñez, de Millás, de Márquez, de Regazzoni, de Marx, de Valle-Inclán, de Tolkien, de J.K Rowling, de Heráclito, de Rubén Darío, de Machado,  de Alan Moore, de Stephen King… Son tantas y tantas luces… en las que en días inconclusos recurro en busca de una mano.

Tú, que vives bajo la mano de papá, que te paga las facturas mientras te hereda un juicio gregario, un juicio que te hará ser mañana el campeón de una rutina y que te pondrá al nivel de tantos, y tantos del montón. ¿Qué pasará cuando mueras? ¿Qué habrás conseguido?
 Pero mientras te cases, tengas hijos y puedas adornar la casa que crees que es tuya, básicamente mientras puedas respirar, vivirás entupidamente alienado.


Mientras apresáis a la locura, engrilletándola con vuestras voces catetas, y apedreándola con caramelos envenenados. Esta se muere de hastío, está aburrida, no de vosotros, que más quisierais, si no de que no la saquen a pasear. ¿Acaso no sabéis que la locura, cuyo germen es arrancado de las mentes cual vulgar cáncer se tratara, es la única que puede devolver la cordura?


Muchos son los compañeros, y hasta alguna compañera, que os habéis llevado secuestrados. Sois un viejo repartiendo caramelos en la puerta de un colegio, mientras vuestra amarga furgoneta con los cristales tintados esconde colchones manchados con lágrimas. 

Yo soy, el que no saca dieses porque no le da la gana, porque no representan nada, porque entiende que un papel sirve para limpiarse, mundana y únicamente.
 Yo, el que responde en una entrevista de trabajo cuando le piden que se defina algo más que un “soy buena persona”.
El que en un debate escucha y no escupe sus monólogos
Soy de los que quiere ir a millas de la exaltación pueblerina del “Yo soy así y punto”
De los que no son pueblo, de los que portan una línea tenue que expone el completo fracaso y el rotundo éxito, y oscilan vacilantes entre uno y otro.
De los que a veces parecen cansados de escribirle a sus enemigos para luego entrar en su casa, pero que respiran otra bocanada de aire y se lanzan al unísono de la campana a otro round. Porque en definitiva:

 Yo… soy de “los otros”

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